104. El Beso del Fantasma
El tiempo se fracturó. Para Selene, el mundo se redujo a la figura de Abril caminando hacia ella, a la promesa de un abrazo que podría sanar el universo. El estruendo de la batalla, los gritos de Florencio, todo se convirtió en un zumbido lejano. Solo existían ella y el fantasma de su hermana del alma, la culpa hecha carne, la redención a un solo paso de distancia.
Para Florencio, el tiempo se aceleró hasta un punto de quiebre. Vio a Selene correr, desarmada y con el corazón abierto, directamente hacia la hoja del cuchillo invisible de Elio. Vio la sonrisa vacía en el rostro de la aparición de Abril, una marioneta esperando para asestar el golpe final.
—¡Mierda, no! —gruñó.
No había tiempo para un plan. No había tiempo para la estrategia. Solo para la acción.
Saltó desde la pasarela de la sala de control. No usó las escaleras. Se dejó caer los cuatro metros hasta el nivel inferior, aterrizando con un impacto brutal sobre sus rodillas y hombro. Un dolor agudo que lo sacudió por todo