104.

Horas después, Selene estaba en la cama.

La ciudad afuera seguía rugiendo.

Pero adentro, algo más respiraba.

Una humedad pegajosa en las paredes.

Un perfume que no era de Florencio.

Ni de ella.

Era sal.

Y algo más.

Un recuerdo.

Un cuerpo que había compartido el mismo colchón años antes.

Una presencia que ahora la espiaba desde lo invisible.

Mar.

Selene cerró los ojos.

No dijo su nombre.

Pero lo pensó.

Y fue como una invocación.

La piel se le tensó.

El pezón derecho se le endureció como si alguien lo hubiese tocado.

Pero no había nadie.

Solo esa humedad…

Y una promesa aún no pronunciada.

🌑 🌊 🐾

Alrededor de la medianoche, Selene se despertó.

No fue una pesadilla.

No fue un sonido.

Fue el cuerpo.

El cuerpo reclamando algo.

Tenía la boca seca, pero no de sed. El pecho inquieto. La entrepierna tibia. Y ese calor animal que empezaba a aparecerle en los días previos a la luna llena.

Se levantó.

Fue al baño.

Se miró al espejo.

La piel estaba más pálida que de costumbre.

Las pupilas dilatad
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