094.

Cata caminaba a través del bosque con los pies desnudos. La corteza húmeda bajo las plantas le daba una punzada dolorosa, pero también la conectaba. La obligaba a estar despierta. Presente. Lúcida. Si es que tal cosa aún existía.

Había pasado horas en la cueva. Despertando. Soñando. Sangrando. Olvidando.

Ahora sabía que el mundo no era el mismo. Que su cuerpo era un umbral. Que su sombra se movía diferente al suelo que la pisaba.

Tenía los ojos brillantes. El iris azul eléctrico con destellos que antes no estaban. Y lo sabía.

Caminó siguiendo un rastro. No con la vista. Con el olfato.

Un perfume salado. Agresivo. Femenino.

Mar.

El cuerpo de Cata se tensó. Cada músculo respondía como si supiera lo que vendría.

No buscaba venganza. No buscaba justicia. Buscaba sobrevivir. Y entender.

A lo lejos, en una zona de matorrales, vio movimiento. Una silueta agachada, con la cabeza cubierta.

El corazón le saltó.

—Mar… —susurró.

La figura se levantó con lentitud.

Pero no era Mar.

Era un hombre.

G
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