066.
La carta ardía en el aire, aunque no se incendiaba. Selene la había tirado al suelo, pero sus palabras seguían colgadas del pecho. Como si fueran garras aferradas a la carne del alma.
Caminó descalza por la casa. Las baldosas frías eran su único contacto con algo real. Todo lo demás parecía humo.
Florencio. Leonardo. La manada. Elio.
Su madre. El aullido que no salía.
Había pasado la vida entera esperando este momento: descubrir al asesino de su clan. Matarlo. Cerrar el ciclo. Ser libre.
Pero ahora que tenía un nombre —y peor aún, un nombre que no encajaba— no sentía liberación. Sentía un vértigo brutal.
¿Y si Elio no era el culpable? ¿Y si su odio fue un error?
Entonces… ¿qué había sido ella todos estos años? Una vengadora legítima. O una bestia desorientada.
Se sentó en el borde de la cama. El cuerpo se hundía en la sombra del cuarto. Los ojos clavados en la nada.
Y el silencio.
Ese silencio que no era paz. Era castigo.
🌑 🌊 🐾
Florencio no se fue lejos. Caminó solo unas cuadras. S