066. El Desayuno de las Marionetas
El amanecer se filtró en la cabaña como un testigo silencioso de la carnicería emocional de la noche anterior. La luz grisácea encontró tres figuras moviéndose en una órbita de desconfianza. En la habitación, Florencio, que había escuchado fragmentos de la confrontación a través de la puerta, se vestía con la rigidez de un hombre que sabe que ha perdido el control de su propio refugio. En el sillón de la sala, Mar dormía un sueño inquieto, el rostro surcado de lágrimas secas, un peón en un juego que apenas empezaba a comprender.
Y en el centro de todo, Selene.
Estaba en la cocina, preparando café. Se movía con una calma que era casi aterradora. No había rabia en sus gestos, ni tristeza. Solo un propósito frío, afilado. Había pasado la noche en vela, sentada en la silla, observando a Mar dormir, procesando la información, tejiendo los hilos de su nuevo plan. La traición de su amiga era una herida profunda, pero una loba no se lame las heridas. Las usa. Las convierte en armas.
Florenc