059.
Mar abría y cerraba la puerta del freezer. Sin motivo. Solo para escuchar el ruido. Para sentir el cambio de temperatura en la piel. Para saber que aún estaba viva.
La heladera estaba vacía. Como ella.
Miró su reflejo en la parte cromada del electrodoméstico.
Las escamas en su cuello ya no se ocultaban tan fácil. Eran más. Eran más azules. Eran más reales.
Y, sin embargo, lo que más le dolía no era el cuerpo.
Era no haber sido elegida.
Ni por Selene. Ni por Elio. Ni por el destino.
Nada de lo que hizo fue suficiente. No la volvieron loba. No la amaron. No la temieron.
Y ahora… ni siquiera ella sabía qué era.
Se agarró el cuello con ambas manos. Presionó. Fuerte. Como queriendo asfixiar lo que no entendía.
Pero no se fue. La escama resistió.
—¿Te pensás quedar, eh? ¿Te pensás quedar conmigo, maldita? ¿Hasta cuándo?
La voz se quebró en un llanto seco. Sin lágrimas.
Solo una furia ciega. Una necesidad de quebrar algo.
Y eligió el espejo principal, el del comedor.
Lo destrozó con el puño.