059. El Sonido de tus Celos en mi Madriguera
La verdad, una vez compartida a través de la piel y la memoria de las cicatrices, no los hizo amantes. Los hizo algo mucho más extraño y complejo: confidentes reacios. La atmósfera en la cabaña cambió. La tensión del cazador y la presa se disipó, reemplazada por la de dos veteranos de guerras distintas que, de repente, se encontraban compartiendo la misma trinchera.
Comenzaron a hablar. No de política, no de encuestas, no de estrategias. Hablaban de cosas pequeñas, fragmentos de sus vidas pasadas que ofrecían como si fueran piezas de un armisticio. Él le contó de su infancia solitaria en estancias de la provincia, aprendiendo a montar y a disparar antes que a leer. Ella, con evasivas cuidadosas, le habló del bosque como su único patio de juegos, de cómo aprendió a distinguir el canto de los pájaros y el olor de la lluvia que se acerca.
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Construyeron una rutina. Por las mañanas, él se encerraba en sus llamadas y sus planes, y ella se dedicaba a un entrenamiento silencioso. Pr