060.
El agua de la ducha golpeó la espalda de Selene como si tuviera odio. Como si también la culpara. Como si la quisiera borrar.
Pero el olor a Elio no se iba. Tampoco el sabor. Tampoco la pregunta.
¿Lo hizo él? ¿Fue él el asesino?
Y si no fue él… ¿a quién lleva años odiando? ¿A quién pensó matar cada noche al cerrar los ojos? ¿A quién le dedicó su furia, su dolor, su silencio?
Se enjuagó la boca. Se mordió el labio hasta hacerse sangrar.
No quería que el cuerpo recordara. Pero el cuerpo nunca olvida.
Salió de la ducha. No se secó. No se vistió.
Se miró al espejo. Tenía los ojos hundidos. La piel marcada. La expresión de una mujer que no sabe si sobrevivió o si está por morir.
Se aferró al borde de la bacha.
—¿Qué soy si no puedo transformarme?
La voz se le quebró. Porque por dentro se sentía dividida. Y rota.
Y entonces vino el grito.
El aullido. El lamento.
No de loba.
De hija. De criatura sin guía. De sombra a la que ya no la quiere ni su luna.
Se vistió sin pensar. Con lo primero que