038.
La noche era una herida abierta.
No hacía frío, pero Selene temblaba. No por la intemperie. Sino por algo más interno. Más antiguo. Como si su alma estuviera buscando refugio… en la carne de alguien más.
Se sentó al borde del ventanal, descalza, solo con una remera larga que alguna vez fue suya y ahora parecía ajena. El sudor seco entre los muslos. El vello de los brazos erizado sin motivo.
O con uno. Que no se atrevía a nombrar.
Había algo en el aire. Algo que olía a él. A Florencio.
🌑 🌊 🐾
Florencio no avisó.
No necesitaba hacerlo.
Simplemente se apareció.
Con una excusa absurda: “estoy inspeccionando la zona”. Con traje, pero sin corbata. Con la camisa apenas abierta en el cuello.
Golpeó la puerta del galpón. No la casa. Sabía que ahí la encontraría.
Selene abrió sin preguntar.
Se miraron.
Y por un segundo, el mundo entero pareció contener la respiración.
—¿Viniste a cazarme? —preguntó ella, con media sonrisa.
—¿Vos querías que viniera?
—No te invité.
—Pero no cerraste la puerta.