036.
Selene se había vuelto aire.
Eso sentía. Mientras se acostaba sobre la tierra tibia que rodeaba el galpón de Mora. Mientras cerraba los ojos. Mientras trataba de recordar su primer aullido.
Pero no lo lograba.
Ni la voz. Ni la forma. Ni siquiera el recuerdo.
Era como si su cuerpo hubiera sido poseído por una mujer que solo se parecía a ella. Y esa mujer —la que ahora respiraba con dificultad— tenía miedo.
No del dolor.
De no ser más útil para la causa.
De ser un fantasma con olor a loba, pero sin colmillos ni garras.
Una grieta se abrió en su espalda.
No visible. No sangrante.
Pero interna. Como si se le hubiera partido el espíritu.
🌑 🌊 🐾
Mar caminaba por la costa, descalza, los brazos desnudos, el corazón tambaleante.
Tenía el pañuelo húmedo de la Red Azul en la mano. Lo apretaba como si en ese trozo de tela se jugara su identidad.
Se detuvo frente al mar.
El agua estaba quieta. Demasiado.
Y entonces, sin pensarlo, extendió ambas manos.
No las agitó.
No gritó.
Solo pensó: movete.