014. El Rastro Húmedo de la Obsesión
El sol de la mañana se filtraba a través de los pinos en lanzas de luz pálida, pero no lograban disipar la humedad fría que se aferraba al suelo del bosque. Mar caminaba sin sentir el cansancio. La adrenalina de su nueva misión, una mezcla tóxica de miedo, celos y un propósito recién descubierto, la mantenía en movimiento. Las huellas de la camioneta eran una guía clara, un surco de profanación en la tierra virgen que ella seguía con la devoción de un peregrino.
La reliquia de encaje negro en su bolsillo era un carbón ardiente contra su muslo. A veces, casi sin darse cuenta, su mano bajaba y la rozaba a través de la tela de sus jeans, un gesto automático para asegurarse de que seguía ahí, de que el vínculo tangible con el misterio de Selene no era una alucinación.
«Él la tiene. Un hombre la tiene.»
El pensamiento era un mantra que le golpeaba las sienes. No sabía quién era, pero lo odiaba con una intensidad que la sorprendía. Odiaba su olor a pólvora que había quedado flotando en la