El mensaje llegó a media mañana, apenas unos minutos después de que Dorian cerrara la discusión con su secretaria.
"Ven. Esta es mi dirección."
No había explicaciones, ni un “por favor”, ni un “cuando puedas”. Solo la ubicación exacta de un lugar que hasta ese momento él desconocía.
Dorian leyó el mensaje varias veces, el mapa señalaba un edificio en una zona residencial elegante, apartado del bullicio del centro. No se lo pensó demasiado; reorganizó su agenda con dos llamadas rápidas y, una hora después, estaba frente al lugar.
El edificio, de fachada clara y líneas modernas, tenía cinco pisos. Grandes ventanales dejaban ver interiores luminosos y discretamente decorados. Todo hablaba de un lujo silencioso, sin ostentaciones innecesarias.
Se quedó un instante en la acera, observando el número grabado en bronce junto a la entrada. Respiró hondo y cruzó la puerta, el portero lo saludó con un gesto educado, sin preguntar demasiado, como si ya estuviera advertido de su llegada.
El ascens