Elena estaba en la botique que suele comprar sus prendas y accesorios, ubicada en una calle discreta pero elegante del centro, ofrecía prendas a medida, exclusivas y con una atención tan pulida como la seda que vendían. Ella estaba eligiendo unas prendas cuando la campana de la puerta sonó.
Cuando alzó los ojos, la vio, Margo, impecable, con un abrigo beige de corte clásico, tacones finos y ese perfume caro que invadía antes que su voz. Su presencia llenaba el lugar con una mezcla de autoridad y juicio silencioso.
—Vaya, cuánto tiempo,no pensé volver a verla fuera de una gala benéfica.--- dijo Elena con un lindo y sexy conjunto en sus manos.
—Y yo no pensé tener que volver a cruzarme contigo, pero los hijos nos obligan a hacer cosas que juramos no volver a hacer.---- respondió Margo con una sonrisa breve, sin amabilidad.
Elena no se inmutó, Margo se paro frente a ella.
—¿Vas a darme una lección o vienes a comprar algo? Porque si es lo primero, lamento decir que no está en el catál