Dante Vieri no podía dormir. Estaba acostumbrado a la eficiencia fría de las cifras, no al caos ardiente. Pero desde que había visto a Sara, la amiga ruidosa de Valeria, en la mansión, su mente había sido un desorden.
La humillación de Elias en el evento, la furia ciega de Demian... todo apuntaba a un movimiento de Victoria, pero Demian estaba demasiado ocupado reclamando a Valeria para ver las piezas del tablero. Demian era la fuerza; Dante era el cerebro. Y el cerebro sabía que debía actuar.
Pero su razón no era solo la estrategia; era Sara. Ella era una explosión de color y risa, un contraste absoluto con la frialdad medida de su vida. La forma en que ella lo había desafiado en la mansión, la forma en que lo había mirado con una mezcla de burla y audacia... se había grabado en él.
Necesito información, se dijo Dante, usando la lógica como excusa para buscarla.
Dante localizó a Sara en un bar pequeño y vibrante, justo el tipo de lugar que Demian odiaría. Ella estaba riendo con L