Capítulo 1

ANYA

5 años antes.

—¡Anya!—grita Narkissa, al entrar a mi dormitorio, me di cuenta de que estaba molesta —¡¿Cómo demonios es que dejaste que te vendieran con ese monstruo?!

Nadie comprendía que era algo que yo no podía evitar, tenía que aceptarlo y ya. Jamás me dieron la opción de elegir y la verdad no sé si la quería o no. Salirme de este encierro y entrar a otra cárcel venía siendo lo mismo, solo que con un hombre a lado mío, uno que es un desconocido para mí. 

—Sabes que no tengo voz ni voto en esto —digo en un tono triste y pesado. 

Estaba haciendo mi último equipaje, la mala noticia ya me la habían dado y solo me quedaba hacer esto, para marcharme para siempre de esta jaula de oro y entrar a otra.

—En que siglo creen que vivíamos. Mis tíos no pueden hacerte esto, me rehusó a que te vayas con ese monstruo. 

—Para ellos así será, ellos son los quedan las órdenes. 

Narkissa se acerca y me arrebata las prendas de ropa que tenía entre mis manos. 

—¡Por Dios no seas estúpida! -me quede viéndola, nunca se había expresado de esa forma conmigo —Perdón, no quise hablarte de ese modo. Es que odio que te traten así, que se aprovechen de tu inocencia. No dejaré que se salgan con la suya.

—Kissa, ya está hecho. No hay nada que hacer, más que aceptarlo. Él vendrá por mí en un par de horas —digo cabizbaja mientras suelto un suspiro. 

Ella niega mientras dice un rotundo "NO" y sale por la puerta llena de furia.

Narkissa, es mi prima más cercana y la única que ha estado conmigo, la única persona que me ha demostrado que me quiere. Ella y yo crecimos juntas, ya que nuestro vínculo viene por nuestros padres que son hermanos. Cuando Kissa y Vladímir su hermano mayor, quedaron huérfanos, mis padres se hicieron cargo de ellos hasta que mi primo cumplió la edad suficiente para valerse por si solo, pero Narkissa no espero a hacer mayor y lo siguió. 

Eran inseparables y se querían mucho, aún lo siguen haciendo pero cada quien por su lado. Mi prima es una mujer guapísima e independiente, ella siempre fue como un ejemplo para mí, de ella he aprendido muchas cosas, pero nada más porque me falta el coraje el valor que ella tiene. 

Nunca he podido enfrentar a mis padres y decirles "no" a algo que no quiera hacer, siempre fui su títere y probablemente muy pronto lo seré para ese malvado hombre.

Sergei Vasiliev, era un mafioso despiadado y cruel de la mafia rusa. Todos le llaman el monstruo, y uno se imagina del porqué. Solo me pregunté ¿por qué con él? Habiendo tantos hombres ¿por qué habían elegido al lobo? 

Aún no le conocía, únicamente lo que hablaban de él, pero con eso tenía suficiente para asustarme.

Dos horas más tarde alguien llamó a mi puerta.

—Anya, ya es hora —era mi madre, solamente se asomó, ni siquiera entro a mi dormitorio. 

Ni siquiera sé va a despedir, que puedo esperar de unos padres fríos y que carecen de amor propio. Desde que era pequeña jamás me han demostrado un mínimo afecto, siempre dude de su cariño hacia mí. A pesar de todo, yo a ellos si los quería y los perdonaba por sus actos mezquinos e inapropiados, como el venderme al capo de la Bratva.

Baje las escaleras lentamente, no es que no quisiera dejar esta jaula, sino la idea de salir de una para entrar a otra que desconocía, me aterraba. Sentía un nudo en el estómago cuando llegué a la oficina de mi padre, Me deslicé dentro, aún sin mirar a nadie mientras cerraba la puerta.

Contuve la respiración cuando levanté la mirada para verle, era un hombre con mirada peligrosa y que gritaba crueldad. Muy mayor para mi edad, quizás unos quince o hasta más. 

Ahora me doy cuenta de que todo lo que decían de él era cierto, por fuera era aterrador, no quiero averiguar su interior.

Me dejo helada y tuve que apartar mis ojos de él y de sus hombres peligrosos que lo escoltaban. No podía soportar verle, reflejaba maldad. Conocía este mundo y tipos así como Sergei Vasiliev, frecuentaban las reuniones y fiestas en las que mi familia asistía, pero no conocía más allá de eso, pero ahora iba a llegar ese día.

Al extremo de la habitación se encontraba Narkissa y Vladimir, parecía que habían discutido, ya que ella se miraba algo alterada y su hermano la sujetaba del brazo detrás de él. Ella siempre había sido muy expresiva e incontrolable, eran de las muchas características que me gustaban de mi prima.

Mi padre se movió hacia mí, puso su mano en mi espalda y me guio hacia mi futuro esposo. El hombre parecía una roca, sus ojos eran oscuros y fríos, una mirada dura que te pone la piel erizada por los escalofríos de terror que provocaba.

Asustada como un cordero comencé a temblar.

—Te hago entrega de mi más preciada joya —le dijo mi padre sin ninguna emoción.

Narkissa se removió aún en el agarre de su hermano, pero Vlad no la soltó. 

—¡Esto es injusto! —grito Narkissa —¡No pueden obligarla hacer esto!

—¡Narkissa es suficiente! —le lanzo una mirada fulminante mi padre y después le hizo una seña a Vladimir.

Mi primo sin nada de esfuerzo se inclinó para levantar a su hermana echársela sobre su hombro y de esa manera la saco de la habitación, mientras ella gritaba y pataleaba luchando contra su hermano, quién solo quería protegerla.

—Y bien... es toda tuya, puedes tomarla y llevártela cuando quieras.

Mis ojos se dirigieron bruscamente en su dirección. Me estaba ofrecido como si fuera una de sus mercancías, me sentía como un animalito indefenso entre tantos hombres armados, peligroso y crueles. Y mi propio padre me había regalado como un objeto.

Mis ojos se humedecieron, sin embargo, reprimí el llanto, no debía llorar y menos frente de ellos. Me sobresalté cuando sentí que tomó de mi brazo en un modo brusco y rígido, por más que quise controlar mis nervios no podía lograrlo y menos si me tocaba, ya que su toqué me desagradó de inmediato.

—Ahora me perteneces —mascullo cerca de mi rostro con esa mirada cruel. Definitivamente, seguiré siendo un objeto más, uno que no tiene valor para nadie.

Sin darme tiempo de ver a mi padre, halo de mí y me llevo consigo lejos de allí. No dejo que me despidiera ni viera a nadie. Llevándome casi arrastras al infierno, a la nueva jaula de oro, que ahora se convertirá del horror.

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