CAPÍTULO 63: EL HIELO BAJO NUESTROS PIES
Eden
Han pasado varios días desde que disparé por primera vez un arma real y dejé que Nikolai Volkov —el pecador más grande de todos los pecadores— me enseñara cómo apuntar a matar. Desde entonces, lo he estado evitando como si fuera una plaga. Una plaga con ojos bonitos, sonrisa torcida y un ego que podría ocupar dos países y medio. Me inventé fiebre, náuseas, hasta contracciones fantasma, y cuando eso no fue suficiente, fingí dormir cada vez que tocaba la puerta.
—Estoy bien, Johanna me está cuidando —le digo al pecador cuando insiste en verme.
—¿Sí? ¿Y también te enseña a mentir como una profesional?
Lo ignoro. No estoy preparada para mirarlo a los ojos y recordar cómo se sintió tener su mano sobre la mía guiándome mientras disparaba, ni cómo me temblaron las piernas cuando me dijo que le gustaba más con las manos sucias de pólvora que de sangre. ¿Quién dice esas cosas? Ah, sí, un Volkov.
Esa noche, Johanna y yo nos tiramos en el sofá como d