CAPÍTULO 47: SANGRE Y JURAMENTO
Dmitry
Hay recuerdos que no se borran. No importa cuánto intentes enterrarlos, cuánto alcohol bebas o cuántas balas dispares. Algunos se quedan ahí, como cicatrices invisibles. Este es uno de esos.
Recuerdo el olor del invierno en Moscú. Recuerdo el peso del abrigo largo, el crujir de la nieve bajo mis botas. Y recuerdo la mirada de mi padre, fría y calculadora, como si ya supiera en qué me iba a convertir.
Yo tenía dieciocho años.
Nadie me felicitó, tampoco hubo celebración, solo una orden:
—Ve con Nikolai. Tienes algo que hacer.
Eso fue todo. Para mi padre, yo era solo una pieza más. Lo único que podía darme valor era lo que hiciera para demostrar que era un digno hijo del Pakhan, un hijo de la Bratva.
Y yo... yo quería su aprobación más que cualquier otra cosa.
Volamos a Moscú en silencio. Nikolai no me habló más de lo necesario, me dio el dossier del objetivo apenas aterrizamos: un ex teniente de confianza, Boris Sokolov, que había vendido informaci