Desastroso caos

Desastroso caosES

Romántica
HET  Completo
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10
5 Reseñas
40Capítulos
4.5Kleídos
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Resumen
Índice

Sabía de Jax Jones por los miles de rumores que corrían sobre él, desde que era un asesino, a un mafioso, pasando por la posibilidad de que fuera un prostituto; pero yo sabía que no era así. Detrás de sus miradas frías había algo escondido.

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Carla
Me encanta como todos los que leí.
2023-08-02 07:03:45
0
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Ana Gómez Amorós
Fantástica como tus otros libros, aunque tiene un final un tanto raro, no se si falta algo, se termina de una forma un poco abrupta en el capítulo 40. De todas formas genial, enhorabuena Eva.
2023-08-02 00:47:36
0
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mmiras3018
Linda historia. No he podido parar hasta terminar de leerla.
2023-05-03 04:34:33
1
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Yany Gatitos
Una historia corta y entretenida.
2022-03-25 01:29:50
1
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Jannina Morales
interesante
2021-12-30 10:54:12
1
40 chapters
Prólogo
Decidí pasarme la tarde en la soledad de mi habitación antes que soportar a los "amigos" de mi hermana en el salón. Sus hipócritas sonrisas me daban ganas de vomitar, y el brillo en sus ojos cuando mi hermana les decía de invitarles a algún sitio era penoso. Que tuviéramos dinero no quería decir que fuéramos gilipollas... o bueno, mi hermana podía serlo un poco; se dejaba manipular y enredar por las zorras que tenía como amigas y acababa siempre envuelta en algún lío, por no decir que su "novio" me había metido mano varias veces, ¿acaso no tenía suficiente madurez a sus veintiún años que tenía que acosar a la hermanita de diecisiete años de su novia? No lo sabía, pero aquello siempre me hacía discutir con Samay. —Andra —la suave voz de mi hermana se cuela a través de la puerta, y no me muevo de la ca
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1
—No, gracias, solo... solo busco una mierda que no aparece —acabé mascullando — ¿Tú necesitas algo? Mi mono de tabaco me estaba poniendo nerviosa. Solo uno, un jodido cigarro entre mis labios y sería feliz. No me consideraba una fumadora pasiva, pero sí fumaba de vez en cuando y en casos de estar en fiestas, era una fumadora social. —Una cerveza. Ya no iba a encontrar mi tabaco, así que me acerqué a la nevera y cogí el primer botellín de cerveza que vi. La nevera estaba llena de comida, pero pocas veces comía en casa, solía ser más de ir a Jerry's con mis amigos y disfrutar de una comida divertida. Me giré hacia el chico, y apreté los labios en una sonrisa ladeada mirándole. Si quería conseguir algo más de él que solo cuatro palabras, debía saber su nombre.— &ique
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2
Las calles del vecindario estaban casi desiertas salvo por algún que otro niño en bici, y no era para menos, con todo el calor de California no me extrañaba que las playas estuvieran llenas en pleno junio.—Eh tú —Nora tiró de mi camiseta, y se pegó a mi costado mirando al frente —. Si ese pivón quiere una noche loca, que sea la mejor la que se lo lleve. Oh sí, tenía que ser la mejor si quería a Jax Jones en mi cama y haciéndome disfrutar. Él podía ser todo aquello que los rumores decían, y esa frase que tanto le gustaba de: las mujeres solo sirven para follar; yo se la aplicaba a él en cualquier sentido, podría esforzarse más que ninguno en demostrar que era bueno en sus mierdas, pero la actitud que me había demostrado se lleva todos sus esfuerzos por delante dejándole en... eso, solo un buen físico y una p
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3
Subí los escalones de dos en dos deseando llegar a mi cuarto para decirle a Nora que su amorcito se venía, y que claro, Jax también. El amplio pasillo de la segunda planta estaba en total silencio, salvo por unos pasos que resonaban en el parqué de una chica que salió del baño. Me miró, y yo a ella casi retándola a decirme algo, no dudaría en asustarla un poco si me jodía. —No pretendo que me ames, Andra, pero tu hermana me cae bien de verdad —dijo, y usó el mismo tono de voz que usaba Samay cuando se ponía nerviosa. Me encogí de hombros, y pasé por su lado hasta llegar a la última puerta del amplio pasillo. Justo delante de la habitación de invitados estaba la mía, era la única puerta diferente a cualquier otra en la casa, me había encargado de hacerme notar en esa casa, y reclamaba como únicamente mí
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4
Podía sentir las luces de las pocas farolas que había a metros de nosotros, iluminándome la cara. Había tirado por ahí mis zapatillas, en alguna parte de la suave y fresca arena de la playa. La música retumbaba en mis oídos, debía admitir que el altavoz que Bryce se compró hacía apenas una semana en unos puestos de segunda mano, era bastante potente. — ¡Ven aquí! —los rizos castaños de Paola se movían de un lado a otro según Cameron la hacía girar. Había perdido a Nora hacía minutos, pero su argumento de que estaba "haciendo mezclas de alcohol" me daba que era erróneo, básicamente no puede decirme eso e irse en dirección contraria a las neveras portátiles llenas de alcohol. —Estás muy sola, ¿no?Sujeté con fuerza mi vaso con vodka, y me giré,
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5
Repasaba con mi rotulador negro los dibujos infantiles que había pintado a lo largo del curso sobre mi mesa. No tenía ningún tipo de interés en lo que la señorita Wood pudiera contarnos sobre números o ecuaciones. Nora, a mi lado no paraba de apuntar cosas en su cuaderno, claro que a ella sí le gustaban las matemáticas, yo llevaba años cateándolas y dudaba que aquel año fuera diferente. —Quieres, aunque sea, disimular que haces algo productivo, tía —para un momento en que la profesora se calló para atender una duda, Nora miró mi mesa vacía —. Joder, ni siquiera has sacado el estuche, vaga de mierda. —Esta profesora me tiene manía, odio este instituto y más aún esta asignatura. Realmente lo odiaba, y tenía motivos: 1) el uniforme era feo, horroroso, espantoso y doloroso a la vista; 2) los co
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6
El coche quedó en silencio unos segundos, no había música de fondo, e intentaba expulsar el humo lo más silenciosamente posible para no romper el silencio —y eso que se escuchaban los coches pasando junto a nosotros —. El Santa Mónica Boulevard era un lugar muy transitado, pasaba por la ruta estatal de toda California, y yo seguía sin saber a dónde tenía pensado llevarme por ese lugar. —Has escuchado mierdas de mí —joder, claro que sí; había escuchado de todo, ¡hasta que era un asesino! —, ¿por qué cojones sigues siendo tan gilipollas como para querer desmentir eso? Agité la cabeza. Él no lo entendía. De mí también se hablaba mierda, hasta en mi instituto de pijos se inventaban cosas sobre mí; que si era una zorra, que si iba a sitios ilegales, que si me drogaba... muchos de aquellos rumores
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7
La casa Beta era reconocida por ser la segundona, la casa llena de chicos que no habían podido entrar en la casa Alfa. Poco a poco había dejado de ser una casa de segundones a pasar a ser una fraternidad de fiestas y alcohol —era la mejor en dar fiestas —. Estaba totalmente llena, había gente en la entrada de la casa que ya se tambaleaba, muchos de ellos vestían de amarillo azul —los colores de la UCLA —, con las caras pintadas, o chicos sin camiseta con la cara de un oso dibujada en sus tripas. Mason Lee, llevaba escrito en todo el torso la letra L en color amarillo, y se había pintado alrededor de color azul; parecía ir ya bastante bebido, porque cuando pasé por su lado y sus ojos algo rasgados se pegaron en mí para después rodearme con su gordo brazo, olía bastante a vodka y a marihuana. — ¡Mi pija favorita! —gritó. Empujé —
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8
Lo tenía tan cerca que sentía mi cordura resbalando por los dedos, estaba perdiendo la noción y la sensatez. Quería saltarme encima —aunque ya estaba casi encima de él —y comérmelo, y no solo a besos. Su colonia ahora era más fuerte y embriagante, antes se mezclaba con el alcohol y el humo, pero ahora —a pesar del olor a marihuana —, estaba tan cerca de él que esperaba que mi pelo quedara con su olor. — ¿Me vas a rajar la moto? —sus dedos hormigueaban por mi mano al otro lado de su cadera, y tiró de esta pegándome jodidamente a él —Ten cojones a tocar mi moto... — ¿Y qué, Jax? —subí la cabeza, y apoyé una de mis manos en su duro pecho. Había pensado en sentarme sobre su regazo, pero pasaba, se me vería el tanga y no quería eso —Si no sabes amenazas para mujeres, cierr
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9
El domingo por la mañana no salí ni un momento de la cama, llamé un par de veces a Nora —sin éxito —, y ya que no hablaba con mi mejor amiga y nadie me contestaba, me quedé tirada en la cama. Imaginaba las malas palabras que me dirían mis padres si me veían bajar después de haberme visto salir del coche de Jax con el vestido que mi padre odiaba. Si hubiera visto a Samay... si la hubiera visto, porque se había ido a dormir a casa del estúpido de su novio y a eso de las once de la mañana habían llegado. Mi móvil sonó a las doce en punto con un número desconocido, y lo cogí escuchando de fondo las voces de mi hermana y Adán en el pasillo. — ¿Y tu hermana Andra? —preguntaba Adán. Gilipollas, no tiene más hermanas —Hay que darle los buenos días.  —Sabes que no la g
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