El día había comenzado como cualquiera en la sede principal del imperio Sinisterra. El edificio, con su fachada de cristal impecable, reflejaba la luz del sol con una elegancia distante, como si nada pudiera alterar su orden aparente. Pero dentro, las cosas se movían con otra energía.
Desde primera hora, los rumores habían empezado a circular con fuerza. Que el socio mayoritario estaba inquieto. Que se avecinaban cambios. Que algo se estaba gestando, silenciosamente, desde las sombras.
Los directivos, aún incómodos con la forma en la que Allison había sido retirada de su cargo, mantenían reuniones informales en pasillos y oficinas cerradas. La incertidumbre flotaba en el aire como una nube espesa, y cada llamada no programada era motivo de alerta.
A media mañana, las puertas del ascensor principal se abrieron y de él salió un hombre que no era ajeno a los ojos de nadie: Mauricio Ortega, asistente de confianza del misterioso socio mayoritario. Impecable en su traje gris oscuro, con su