El auto negro avanzaba por la avenida central mientras las sombras de los edificios se alargaban sobre el pavimento. En el asiento trasero, Alanna miraba por la ventana sin decir palabra. A su lado, Sabrina repasaba su celular con aburrida indiferencia, y al frente, Bárbara le daba indicaciones precisas al chofer.
El destino: Maison du Luxe, la boutique más exclusiva y codiciada de toda la ciudad. Donde no se vendían vestidos, se vendían declaraciones.
Alanna no estaba segura de cómo había terminado allí. Aún le parecía surreal que justo Sabrina —la misma que meses atrás no le dirigía una sola palabra sin sarcasmo— ahora estuviera interesada en ayudarla a escoger un vestido para una fiesta organizada por la familia que más daño le había hecho. Pero, ahí estaba.
Cuando bajaron del auto, un asistente corrió a abrirles la puerta y otra empleada las recibió en la entrada con una reverencia discreta. Las guiaron al segundo piso, reservado solo para clientas VIP.
—Quédate tranquila, aquí no