El silencio que reinaba en la sala de juntas se rompió con la voz firme y cortante de Alanna, mientras se mantenía de pie, con la frente en alto y los ojos fríos como el hielo.
—¿Saben qué es lo más triste de todo esto? —empezó, sin titubear— Que por años deseé tener una familia. Soñaba con que me quisieran, con que algún día me vieran con el mismo orgullo con el que miraban a Allison. Y ahora, después de todo lo que ha salido a la luz… me doy cuenta de que lo mejor que me pudo pasar fue salir de esta maldita casa.
Todos la miraban con ojos abiertos, casi sin respirar.
—Los odio —soltó con voz rota, pero no por debilidad, sino por rabia contenida—. Los desprecio desde lo más profundo de mi ser. Me duele tener esta sangre. Me da asco saber que alguna vez llevé su apellido como si fuera un honor. Me alegra que estén en la ruina. Me alegra que estén pagando por cada lágrima que me hicieron derramar, por cada noche que pasé llorando en ese convento miserable, por cada cicatriz que nadie s