Antonio
Salí del hospital directo a la oficina. El mensaje de Mariela me había dejado desconcertado desde el primer segundo; solo alcancé a responderle que me esperara y, después de eso, el trayecto pasó en un suspiro. Cuando el ascensor se abrió en mi piso, sentí la misma inquietud en el estómago que me había acompañado desde que Carlos apareció frente a Andrea. Una mezcla de ansiedad y urgencia.
Apenas ingresé a mi despacho, Mariela se levantó con un folder rojo entre las manos. Lo sostenía como si cargara dinamita. Había urgencia en su mirada, pero también un brillo extraño, vibrante, casi esperanzado.
—Doctor Guzmán —dijo antes de que yo siquiera preguntara—. Un testigo está dispuesto a hablar a favor de Laura.
Me quedé quieto, procesando cada palabra.
—¿Quién?
—Trabaja en la mansión, doctor. Y estuvo allí el día del incidente.
No me sorprendió que pidiera algo a cambio. Mi intuición estaba entrenada para detectar esos matices.
—Tu rostro me dice que exige condiciones.
Mariela a