Antonio
—¿A qué se refiere? ¿Por qué Carlos querría mantenerla callada?
El hombre inspiró hondo, como si necesitara valor para echar décadas de silencio por la borda.
—¿Usted por qué lo cree, doctor? —respondió con una mirada firme, aunque en ella vi un dejo irónico—. La codicia corrompe hasta las familias.
Suspiré. El hombre tomó un breve trago y continuó.
—Escuche: La señorita Laura no empujó a mi señora y tampoco se cayó porque pelearan, ni nada de lo que se dijo. Ella ya venía mal desde antes. —Admitió él.
Una chispa de esperanza se encendió en mi pecho, pero a la vez mi ansiedad se disparó. El mayordomo hablaba con un cansancio doloroso.
—Estoy seguro de que Carlos notó con anterioridad el estado de su madre y solo aprovechó el incidente para deshacerse de dos pájaros con un solo tiro.
Un murmullo de fondo llenó la cantina: vasos, risas de borrachos, el roce de mesas. Todo contrastaba con la gravedad de sus palabras. Yo apenas respiraba.
—¿A qué se refiere? —pregunté.
El mayordom