Lucia
Siento mis dedos crispándose.
Quiero preguntarle por quién.
Pero sé que no quiero escuchar la respuesta.
Al salir, el viento me abofetea. Berlín me rechaza o me absorbe. Ya no sé.
Un coche negro me sigue durante tres manzanas.
Ninguna mirada. Ninguna bocina. Solo una silueta borrosa detrás del cristal.
Me detengo. Él sigue. Luego se detiene también, un poco más adelante.
Cambio de acera. Paso frente a un escaparate.
Y allí, en el reflejo...
Creo ver a Matteo.
Solo un segundo.
Solo una sombra.
Pero no puede ser.
O... siempre lo ha sido.
La noche siguiente, sueño que he regresado.
No a la villa. No a la habitación.
A la jaula.
Pero esta vez, soy yo quien cierra la puerta.
Y cuando me doy la vuelta, no es a Michel a quien veo.
Soy yo misma.
Más tranquila. Más helada.
Más... resignada.
Berlín es vasto, ruidoso, indiferente.
Pero bajo su piel, hay otra cosa.
Una red.
Un murmullo.
Un teatro.
Y tengo la sensación, cada vez más clara