Todo se volvió un murmullo lejano en cuanto Riven cruzó la entrada principal del gran salón del Encuentro de Manadas. Las voces, la música, los saludos formales entre alfas y betas… nada existía ya.
Porque ahí, en medio del salón, estaba ella.
Armyn. Su omega. Su expareja.
La loba que él mismo había rechazado… y que luego desapareció sin dejar el más mínimo rastro.
Riven sintió cómo el aire se le atascaba en los pulmones. Su lobo golpeó su interior como una bestia enjaulada.
La reconoció por su aroma antes que por su figura, pero cuando la vio… cuando realmente la vio…
Se quedó helado.
Armyn no era la misma loba tímida que él recordaba.
No.
Frente a él había una mujer completamente distinta.
Llevaba un vestido rojo, fuego, largo, elegante, ceñido a su cintura como si el mismo fuego la hubiese moldeado.
Su cabello caía libre y brillante, su porte era firme, autoritario… casi regio. Se movía con una gracia que no parecía de una omega.
Parecía una alfa. Una reina.
El corazón de Riven di