Cuando Riven vio a Armyn con ella sintió rabia, apretó los puños.
Tena pensó que al ver a Armyn bailando con otro, haría que Riven sintiera celos y la dejara ir.
Que tal vez eso provocaría su despecho para volver con ella.
Sin embargo, Riven no actuó como ella pensó.
Riven no se dio cuenta por ahora, hasta que comenzó. Sintió el rugido de su Alfa interior, un gruñido que no escuchaba desde hacía años: violento, primitivo, totalmente fuera de control.
—¿Qué… me diste? —murmuró con la voz ronca, sujetándose a la mesa.
—Yo no hice nada.
Riven dio un paso atrás, pero el calor bajo su piel ya se volvía insoportable.
La música del salón retumbó.
Riven solo sintió
Ella.
Un aroma familiar, dulce, ardiente, imposible de ignorar. Como fuego puro mezclado con miel silvestre.
Armyn.
Pero no la Armyn que él recordaba… no la omega indefensa que rechazó sin mirarla dos veces. No. Esta versión era diferente. Poderosa.
Su energía Alfa resplandecía como una corona invisible. Su aura dominaba el salón en