Olev llegó a la manada como una tormenta que no anuncia su llegada, pero arrasa con todo a su paso. En cuanto puso un pie dentro del territorio, no hubo palabras ni advertencias.
El choque fue inmediato. Garras contra garras, colmillos contra carne, aullidos, desgarrando el aire como lamentos de guerra. La manada Roca Fuego respondió con fiereza, defendiendo su hogar con el instinto desesperado de quienes saben que lo que está en juego no es solo la vida, sino el futuro.
Durante un momento, pareció que la balanza se inclinaba a favor de Olev. Sus fuerzas avanzaban con brutal eficacia, y uno a uno, los lobos de la manada caían. El olor de la sangre impregnaba el suelo, mezclándose con el polvo y el miedo. Estaban a punto de ganar.
Pero entonces apareció él.
El beta de la manada Ígnea emergió entre el caos como una fuerza imposible de ignorar. Su presencia era imponente, su energía avasalladora. No atacó en grupo, no buscó ventaja. Se enfrentó uno a uno, con una determinación feroz que