93.
Consternada, me senté en un amplio mueble que estaba en una sala que encontré al azar, vagando por los pasillos. Había una pequeña manta ahí. Me abrigué con ella, aunque ciertamente no tenía mucho frío. La montaña era cálida; tal vez tenían algún sistema de calefacción, o simplemente estar tan profundo dentro de la tierra aislaba por completo el lugar del frío que arreciaba en el exterior.
No supe, ciertamente, cuánto tiempo me quedé ahí. Hubiese deseado que el lugar tuviera una ventana, algo que pudiera ayudarme a ver el exterior, pero últimamente sentía que, en cualquier lugar en el que estuviera, me sentía completamente atrapada. Incluso allá en Flagela, la ventana de mi habitación no daba más que a la tormenta eterna. Era el exterior, pero al mismo tiempo era un encierro total. O tal vez era que, como me sentía tan atrapada en ese momento, cualquier cosa que me rodeara la veía de esa misma forma.
Era difícil de explicar, complicado de sentir. Y estaba ahí, pensando en mis cosas, c