94.

El hombre que había llegado se quedó ahí de pie, como si supiera, de alguna forma, lo que yo hubiese estado a punto de hacer, y hubiese llegado en el momento preciso para detenerme. Le apunté con el dedo a Valentín y él me miró a los ojos.

— Que pienses eso de mí me parece horrendo. ¿En serio pensarías que yo aprovecharía una situación como esta para ejercer mi voluntad de ese modo? — Se lo coloqué como capricho.

Él no contestó. Y quien calla, otorga. Así que eso era lo que quería decir. ¿En serio pensaba que yo era tan fría y calculadora como para aprovechar una guerra como esta para intentar unir ambas manadas y quedarme con Ismael?

Cuando di la vuelta para dirigirme hacia el anciano, le dije sin mirarlo a la cara:

— Pero gracias por la idea. Ahora que lo pienso, es muy buena.

Y luego salí caminando por el pasillo. Percibí al anciano detrás de mí, caminando en silencio. Entonces, cuando llegamos a un amplio salón, volteé a mirarlo. Se veía extrañamente tranquilo, pacífico, pero m
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