73.

Ismael se vistió despacio. Aunque su lobo había sanado la gran mayoría de sus aflicciones, yo sabía que emocionalmente no estaba bien. Había sido preparado toda la vida para eso, para convertirse en El Alfa, y ahora le habían arrebatado ese lugar con trampa, con cizaña, con rabia.

Y eso no solo lo tenía enojado, sino también triste.

Siempre que había visto a Elena, jamás había sido capaz de sentirla como una madre real. Sabía que era mi madre — o al menos en ese momento lo sabía — , pero muy pocas veces había visto su gesto maternal, su cariño.

Pero nunca llegué a imaginar que podía llegar a hacer tales aberraciones.

Intentar asesinar a Ismael era tan sucio y tan ruin que incluso era mucho para ella.

Pero la pregunta que yo me hacía era simple: ¿por qué, si ella sabía en el fondo que esa guerra había comenzado por ella misma, que ella era la que había robado al bebé de Artemisa — o sea, yo — , por qué era tan cínica de guiar ahora un ejército a las puertas de Flagela?

Era algo que
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