167.

Tuve miedo. No podía negar que aquel miedo me apretaba con fuerza el corazón, como si me pidiera realmente moverme. Algo dentro de mí me decía que eso era una muy mala idea, pero ¿qué más podía hacer yo al respecto? La desgraciada cabra estaba ahí. Podía sentir su presencia, a pesar de que mi poder del hielo había desaparecido, y a pesar de que sabía que eventualmente iba a regresar, no lo tenía en ese momento. Y aquella sensación abrumadora de vulnerabilidad me atormentaba. Pero Bastian estaba ahí, conmigo.

Me tomó con fuerza por la muñeca. Estefanía nos dijo con sus palabras en las manos:

—Hubiese tardado un poco más para aplicarme el suero. Mi fuerza podría ayudarnos. Los tres estamos completamente indefensos.

Cuando yo le comuniqué esto a Bastian —ya que él no podía entender el lenguaje de señas de Estefanía—, él negó:

—No tenemos nuestros poderes, es verdad, pero no estamos indefensos —murmuró con determinación—. Tenemos que encontrar la cabra y salir de aquí antes de que Mordor
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