164.

—¡¿La cabra?! —grité—. ¿Dónde está la maldita cabra?

—¡No le digas así! —me gritó Sirius de regreso.

Parecía que estaba igual o más conmocionado que yo.

—Se llama Tormenta. ¡La cabra se llama Tormenta! Pero no sé dónde está. Fui al baño y, cuando regresé a la habitación, no estaba. Llevo al menos media hora buscándola, pero no la encuentro en ninguna parte.

Yo di la vuelta de inmediato.

—No creo que haya salido de la torreta…

Extendí mi conciencia en todas direcciones. Si Ángel estuviera ahí —él y su poder, que era más fuerte que el mío—, podría lograr encontrarla. Pero yo no tenía la fortaleza para entrar en la mente de ningún animal, al menos no para percibirla del todo. Aun así, tanteé las mentes de todos los presentes en la torreta.

No podía entrar en la mente de los vampiros, aunque podía sentir su presencia. Y aunque pude percibir la existencia de algunos cuantos animales —sobre todo animales de granja que estaban ahí para dar sustento a los vampiros que se alimentaban de comida
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