136.
A pesar de que la cabrita, de alguna forma consciente o inconsciente, había ahuyentado la tormenta eterna por varios kilómetros, el viaje no fue para nada fácil. Cuando llegamos al borde de la frontera donde la tormenta comenzaba de nuevo, tuvimos que ponernos otra vez todos los abrigos. Era una sensación extraña a la vista: la tormenta comenzaba abruptamente en una gran pared.
—¿Está seguro que esta es la dirección correcta? —le pregunté a Salomón.
Él asintió.
—Lo es. Me aseguré bien de averiguar dónde estaban las cofradías antes de partir.
—Las cofradías... —murmuré. Así le había llamado Axel en nuestra conversación aquella mañana antes del ataque.
—¿En el aquelarre... cuántos aquelarres hay en la Cofradía? —le pregunté.
El Cuervo se encogió de hombros.
—La verdad no lo sé.
—Los aquelarres —mencionó Axel antes de que partiéramos—. Esta es una región muy alejada de cualquier asentamiento humano. Por eso Luna Azul y Flagela hicieron sus ciudades aquí. Pero los vampiros