131.
Más sorprendida que asustada, y un poco mareada, me senté sobre el mullido césped. El cielo brillaba azul sobre mi cabeza, y me pregunté si tal vez estaba soñando, si tal vez estaba teniendo alguna visión, algo que me estaba sucediendo únicamente en la cabeza. Tenía que ser así, era la única opción que encontraba para explicar la locura que estaba pasando.
Unos metros más allá, pude ver las oscuras alas de Salomón. El rey cuervo estaba sentado plácidamente, y el aire sacudía su largo y oscuro cabello.
—Casi que no despiertas —dijo alguien a mi espalda.
Me volví para encontrarme con Sirius. El muchacho estaba vestido únicamente con un pantalón corto que le llegaba a la mitad de la pierna. Sudaba como si hubiese estado ejercitándose. Sostenía sobre el regazo a la cabrita, que hizo un extraño sonido hacia mí en cuanto me miró.
—Resulta que le gusta correr… y los mangos —dijo con un poco de emoción Sirius.
Pero yo estaba sinceramente paralizada en el lugar, sin saber qué era lo que había