130.
Esta vez no fue como la vez anterior. Ahora podía moverme. Estaba acostada en un amplio lugar, el agua hasta mis tobillos. Era un lugar extraño, se sentía tranquilo. El agua se extendía en todas direcciones, creando un espejo inmenso. Reflejaba la luz del cielo, entonces todo el lugar se veía infinito, como si el cielo y el suelo fuesen una misma cosa.
Johanna seguía ahí, de pie, observando.
—¿Dónde estamos? —le pregunté.
Ella miró alrededor y se encogió de hombros.
—Esperaba que tú me lo dijeras —bromeó con un poco de sarcasmo—. Yo ni siquiera sé dónde estoy parada, ni siquiera sé cómo es que hago las cosas. Todo el tiempo me siento perdida y no sé qué es lo que estoy haciendo o qué pienso que debo hacer. Siento que le estoy fallando a todos los que me rodean, a todos los que necesitan de mí.
Ella me miró con una mezcla de tristeza y bondad.
—Es lo que tenemos que enfrentar las personas que tenemos grandes responsabilidades —la mujer tenía un vestido blanco que era ondeado por el vie