132.
La manada se dispersó por completo. Necesitábamos atrapar a Elena y que pagara por sus crímenes de traición. Tenía mucho por lo que pagar: había conspirado para asesinar al antiguo Alfa, había intentado asesinarme a mí, me había envenenado, había trabajado con Mordor y secuestrado a Alicia.
Nunca me imaginé que la antigua Luna podría tener encima tanta maldad. Claro que podía verse en sus ojos. En los ojos siempre se podía ver. Y los suyos demostraban una frialdad aterradora. Era más que obvio que aquella mujer estaría dispuesta a hacer lo que fuese necesario para conseguir sus objetivos.
Pero entre más lo pensaba, más me parecía que la equivocada era yo. Era un poco justificable la razón que tenía para hacer las cosas que hizo. Ella estaba completamente segura de que Mordor ganaría esta guerra, y pensaba —en medio de su egoísmo— que era lo mejor para la manada. Pero claro que no lo era. Mordor nos dejaría como esclavos, como sus esclavos. Yo podía saber eso.
Tuve que regresar a mi fo