—¡Gregorio! ¿Qué te pasa? —exclamó Jess, corriendo hacia él al notar cómo se llevaba la mano a la cabeza.
Gregorio bajó la mano despacio, respiró hondo y negó con la cabeza.
Recuperó su máscara.
—Estoy bien. Solo fue… un mareo. Nada importante.
Nadie notó cómo, a unos pasos de él, Abril se giraba levemente para limpiarse los labios con el dorso de la mano.
Con asco.
Con un desprecio elegante, silencioso, pero demoledor.
Ese beso… le había sabido a traición. A podredumbre.
Horas después, en la mansión:
El silencio se instaló como una sombra incómoda.
Abril iba camino a su dormitorio cuando Gregorio la detuvo al pie de la escalera.
Su voz sonó seca, casi mecánica.
—Mañana es la fiesta de la señora Dubois. No lo olvides.
Ella lo miró sin emoción.
Como si le hablara un extraño.
—Lo sé. Ahí estaré.
Gregorio asintió… pero luego, sin el menor tacto, añadió:
—Iré con Jessica. Me necesita… está teniendo malestares por el embarazo.
El silencio que siguió fue más doloroso que una bofetada.
Abri