Ernestina escaneó con la mirada los arbustos oscuros que rodeaban el jardín, el corazón aun latiéndole con fuerza.
Juraría que había escuchado un crujido, un paso, una presencia. Por un instante, la piel se le erizó como si alguien la estuviera observando.
—¿Qué fue eso? —preguntó con voz tensa, mirando a Luis.
—Debe haber sido un animal —respondió él con desdén, intentando disimular su nerviosismo—. Hay mapaches por esta zona.
—¿Un animal? —Ernestina frunció el ceño, sin convencerse del todo.
Su instinto le decía que algo estaba mal, que alguien los había visto. Pero no... no podía permitirse sembrar dudas ahora. No podía perder el control justo cuando su plan estaba a punto de dar frutos.
Luis le puso una mano en el hombro.
—Nadie nos vio —insistió—. Todo está bien.
Ernestina respiró hondo y asintió, aunque algo dentro de ella seguía gritando. "Alguien estuvo ahí." Pero se obligó a ignorarlo.
***
En el segundo piso de la casa, Dhalia se encerró en su habitación temblando. Cerró la pu