Amadeo y Abril miraban fijamente la pantalla del teléfono.
El video se reproducía en silencio, pero las imágenes hablaban por sí solas.
Cuando terminó, se miraron, y una sonrisa lenta, casi maliciosa, se dibujó en sus rostros.
—Parece que el show está por comenzar… —murmuró Amadeo, con un brillo frío en los ojos.
***
Llegó la esperada noche: el aniversario de la empresa Dubois.
El salón estaba vestido de gala, cubierto de luces cálidas y reflejos dorados.
Las mesas rebosaban de arreglos florales y copas de cristal que tintineaban con cada movimiento.
El murmullo de los invitados se mezclaba con la música suave de la orquesta, creando una atmósfera de lujo y expectativa.
Las puertas se abrieron y, como si el momento les perteneciera, Amadeo y Abril entraron tomados de la mano.
Caminaban despacio, seguros, irradiando una elegancia que atraía todas las miradas. Algunos susurraban, otros simplemente los seguían con la vista, fascinados por su porte.
Llegaron a la mesa principal, donde el