La puerta se abrió tras ella. Karem se levantó de golpe, con el corazón acelerado. Por un segundo pensó que Liliana había regresado. Que estaba dispuesta a escucharla, a perdonarla.—¡Liliana, yo…! —empezó a decir, pero las palabras murieron al ver que quién estaba en el umbral de la puerta no era Liliana. Era Alessandro, cuya expresión era dura, impenetrable, como si hubiese dejado todo rastro de ternura fuera del camerino.—¿La conoces? —preguntó en seco—. ¿Vino a verte?La confusión en su rostro era evidente, pero detrás de ella se escondía algo más: desconfianza. Recordó el temblor en la voz de Liliana, sus ojos rojos. Algo no cuadraba.—Sí. Vino a verme —respondió Karem con un hilo de voz.—¿Qué quería? —insistió él, ahora con un tono más severo.Karem desvió la mirada. Sabía que no podía seguir ocultando la verdad. Mas, también sabía que, una vez dichas algunas verdades, no habría vuelta atrás.—Hay algo que nunca te conté —confesó finalmente, sintiendo un nudo en su ga
—Vendrás conmigo, me perteneces. —respondió él con una certeza indiscutible. Karem exhaló un suspiro. Eso realmente era importante para ella. Aún así, no podía ocultar la ansiedad que le generaba el pensar en un futuro incierto con Alessandro, eso llenaba de angustia. —Termina de arreglarte y recoge tus cosas —dijo él en un tono imperativo. Karem asintió, y mientras se ponía de pie para acercarse a él, su mirada buscó la suya con afán.—¿A dónde iremos? —preguntó, en voz baja. —Iremos a la mansión de mis padres, por ahora. Ya mañana veremos qué hacer. No tengo cabeza para pensar. Lo importante es salir de aquí —respondió él, y aunque intentó sonar resuelto, en sus ojos se notaba el cansancio acumulado.—Está bien, mi amor —susurró ella, con ternura robándole una sonrisa.Alessandro se limitó a mirarla por un segundo, como grabándose su imagen antes de girar sobre sus talones y salir del camerino. Cerró la puerta y regresó a la sala de apuestas. Avanzó por el largo pasillo a
—Bien, creo que es hora de irnos, —refirió Alessandro mientras rodeaba a Karem de la cintura. —¿Tan pronto? —interrogó Nikollò con sarcasmo— Cualquiera pensaría que he sido un mal anfitrión, ¿no es cierto, Lilith? —Tienes que entender que mi cuñado es un tanto aburrido, Niko. —dijo llevándose la copa a los labios y humedeciéndolos ligeramente para seducir al mafioso. —¿Si deseas puedes quedarte, cuñadita? Yo tengo varias cosas que hacer. —dijo en un tono de voz sugerente. Liliana estuvo tentada a responder que sí, sólo para verlo enojado, mas conociendo a Alessandro era capaz de dejarla allí, en manos de su enemigo sólo para vengarse de ella. —Bueno, creo que tendremos que dejar nuestra conversación para luego. —sugirió en un tono cargado de complicidad que indirectamente aupaba al mafioso a mostrar mayor interés en ella. —Quédate, yo mismo te llevaré a tu casa. —propuso Nikollò.Liliana miró a Alessandro agrandando los ojos, suplicando con ese gesto que la sacara de aque
Esa mañana Liliana despertó muy temprano, se sentó en la cama, estiró los brazos, suspiró profundamente y una sonrisa se dibujó en su rostro. ¡Sí! Estaba emocionada y ansiosa por la celebración de su quinto aniversario. ¿Qué sorpresa le tendría preparada Enzo para esa ocasión? Desde una lujosa luna de miel en Santorini, un hermoso collar de diamantes valorado en 1 millón de dólares en su primer aniversario hasta un fabuloso crucero por el Caribe en sus bodas de Cuero; el famoso empresario siempre lograba sorprenderla con los más inesperados obsequios. Liliana, apartó a un lado el edredón de seda, se colocó las pantuflas, se levantó y fue hasta el baño para asearse. Tenía aún, algunas cosas pendientes por hacer: debía asistir a su cita en el SPA, luego al atelier de belleza y finalmente ir al aeropuerto por su marido en su coche, un Bugatti Chiron blanco 2024 que le obsequio en su cuarto aniversario. Podría decirse que a sus veinticuatro años, ella lo tenía todo, un marido co
El coche se detuvo frente a la lujosa mansión, Liliana bajó algo triste. Aquella pequeña discrepancia con su mejor amiga la dejó preocupada y ansiosa. Entró a la mansión con prisa, aún debía terminar de arreglarse para ir al aeropuerto y buscar a Enzo. En el momento que se disponía a subir las escaleras, la voz de su empleada de confianza, la detuvo. —Sra Liliana, le llegó este sobre. —dijo y se acercó hasta su patrona. —¿Para mí? —preguntó Liliana con curiosidad. La empleada hizo un movimiento firme de cabeza— Déjalo en mi habitación, Celeste, lo revisaré luego de ducharme. Estoy un poco retrasada. Enzo ya debe estar llegando al aeropuerto y quedé de ir por él. —Como usted ordene, señora. —contestó la mujer; Liliana subió el primer escalón y por segunda vez la empleada la distrajo— Disculpe señora, ¿desea que le informe al chofer para que la lleve hasta el aeropuerto? —No, no es necesario Celeste. Iré en mi coche. —Sonrió con picardía.— No sé qué planes tenga mi esposo. De t
Trastornada ante aquella idea, Liliana giró la llave y encendió su coche. Su presencia en aquel lugar, no tenía el más mínimo sentido. Dejó la cartera en el asiento de al lado y fue entonces cuando recordó el sobre. Un escalofrío recorrió su espalda haciéndola estremecer, deslizó su mano temblorosa y lo tomó. ¿Habría alguna respuesta a sus dudas dentro de aquel sobre? Se preguntó a sí mima ¿Y si eran fotos de él con su amiga? —¡Mierda, mierda! —exclamó con frustración. Estaba perdiendo la cordura, su mente la llevaba de un extremo a otro. Por un lado, quería pensar que eran sólo ideas que provenían de sus celos, pero por otro lado, necesitaba descubrir la verdad. Con los dedos temblorosas, Liliana sostuvo el sobre entre sus manos. La solapa sellada del sobre, parecía una barrera resguardando el secreto contenido en su interior. Liliana respiró profundamente, llenando sus pulmones de aire, y luego, con un movimiento deliberado, introdujo su dedo índice bajo la solapa del sobre,
—Aguarde por favor, aguarde. —Los gritos de Liliana fueron en vano, el hombre caminó de prisa sin volver la vista atrás hasta que finalmente desapareció de su vista. La brisa fría de la noche hizo estremecer a la pelinegra. Se abrazó a sí misma sintiendo como su cuerpo reaccionaba ante el miedo y la incertidumbre que la abrumaban en ese instante. Miró a todos lados sin saber qué hacer, a lo lejos vio la parada de taxis. Cuando se disponía a caminar, observó una lujosa camioneta negra con vidrios oscuros que se acercaba en dirección a ella. Una de las puertas delantera del auto se abrió y de forma abrupta, el hombre vestido de saco y corbata negra, descendió del lujoso auto. Sus facciones eran duras y su mirada, fría. —¿Es usted Liliana Fiorini? —preguntó, sujetándola del brazo con rudeza. Liliana abrió los ojos tan grandes que estaban a punto de salirse de su órbita. Con voz trémula, alcanzó a preguntar: —¿Q-quién es usted? —Entre de una vez. —Le respondió el hombre y la o
Liliana tragó en seco, su cuerpo comenzó a temblar de forma involuntaria, sus piernas se movían de tal forma que no alcanzaba a dar un solo paso, al igual que sus manos trémulas se movían sin poder controlarlas. El dolor físico que minutos atrás había experimentado tras la fuerte bofetada, había desaparecido momentáneamente siendo sustituido por un intenso dolor emocional que recorría vertiginosamente cada parte de su ser. Con dificultad, Liliana alcanzó a apoyarse en el espaldar de la silla, no podía hablar ni gritar, sólo podía sentir como sus lágrimas se desbordaban y recorrían sus mejillas. Una vez que logró sentarse, cubrió su rostro con ambas manos y dejó escapar un grito de dolor que emergía de sus entrañas desgarrándola por dentro y resonando en la habitación. Elena, en cambio, se apoyó en la base pulida de su escritorio y contuvo las lágrimas, la vida le había enseñado a ser fuerte, a no mostrar su vulnerabilidad frente a otros, no en vano era la cabeza principal de la