En tanto, Liliana se detuvo frente a una puerta discreta. Tomó aire y golpeó suavemente. La puerta se entreabrió y entonces, Sade apareció al otro lado. El rostro que se asomó entre la luz tenue del camerino fue como un golpe que la llevó directo al pasado al reconocer aquella mirada.
Liliana dio un paso atrás, incrédula.
—¿Sade? —susurró, con la voz quebrada por la sorpresa.
Los ojos de la morena se agrandaron un instante, y luego bajó la mirada, como si aquella la presencia de Liliana removiera algo demasiado profundo en su interior. ¿Remordimiento, vergüenza, arrepentimiento?
Liliana la observó, todavía procesando lo que aún consideraba imposible de entender.
—Tú… ¿Desde cuándo? —La voz de Liliana retumbó en la habitación de la bailarina. Sus ojos estaban abiertos como platos con una expresión rota.
—Lili… —contestó ella, apenas un susurro.
—¿Desde cuándo me mentías? ¿Desde cuándo mi mejor amiga trabajaba en un maldito club nocturno y nunca me dijo nada? —espetó. Karem c