Alessandro entró a su habitación con el rostro crispado, echando espumarajos por la boca de la ira contenida. La revelación de que su hermano Enzo había dejado a Liliana a cargo de la organización lo había dejado atónito, nuevamente Enzo se había burlado de él.Sin embargo, no era el mejor momento para actuar de forma irracional, debía calmarse, controlar su ira y actuar de forma inteligente. Pasó su mano por el cabello tratando de asimilar la situación:—Cuñadita, ¿de verdad crees que podrás manejar esto sola? —murmuró. Aquel pensamiento lo irritó aún más, no podía concebir que una mujer suplantara su lugar como líder de la organización.—No puedo dejar que la emoción me ciegue. —frotó su rostro. De la nada, aparecieron en su mente las palabras de su madre como un susurro controlador que lo hizo estremecer: “Sedúcela, desarma su confianza, y déjala sin nada.”A pesar de su negativa en un primer momento, repensó aquella idea. Era poco lo que podía hacer para quitar a Liliana de s
Liliana permaneció durante un buen tiempo en su oficina, viendo los videos grabados por Enzo, donde él mismo le daba información de cómo manejarse frente a sus socios y enemigos declarados. Ver su imagen frente a ella, y no poder abrazarlo le generó una profunda tristeza. Mas, a ratos, esa misma tristeza se transformaba en enojo sólo con ver como su esposo le daba toda aquella explicación como si se tratase del profesor de la facultad de Derecho, enseñándole la pirámide de Kelsen. Sin embargo, el hecho de que Liliana hubiese estudiado derecho y conociese las leyes, se convertía en una ventaja para ella, pues nadie mejor que un buen abogado para interpretar las leyes a su conveniencia. En ese instante, se preguntó si Enzo, consciente de las habilidades y conocimientos de ella, consideró que sería perfecta para ese rol o si por el contrario, sólo lo hizo para humillar a su hermano y al resto de su familia. Lo que su guardaespaldas le había contado, abría muchas puertas y cerraba otr
—Cuñadita, que elegante estás —Alessandro dijo en un tono burlón llamando la atención de Liliana. Ella soltó suavemente el picaporte de la puerta y con lentitud, mostrando una actitud segura y su elegancia, se giró hacia él. —Hola, cuñado. —Lo miró de pie a cabeza a él y luego dirigió sus ojos hacia su acompañante, una chica muy hermosa y de cabello negro lacio.— Un placer —extendió su mano con delicadeza.— Bienvenida a la larga lista de amantes de mi querido cuñado. —dijo en un tono provocador. La chica aplanó los labios con una sonrisa fingida, al igual que Liliana, ella también quedó impactada con la belleza que irradiaba aquella mujer. —No le hagas caso, amore mio. Liliana es muy bromista, sabes que eres la única —dijo mirando a la pelinegra con una mirada intensa. Luego en un acto impulsivo besó con pasión a la chica que tenía en brazos, metió su lengua con avidez mientras permanecía con los ojos abiertos, observando a su cuñada. Aquel gesto, dejó a Liliana visibleme
—¡Esta me la pagas, maldita perra! —gruñó apretando sus puños y su mandíbula con fuerza. Aterrada ante la reacción de su cuñado, Liliana tomó una almohada usándola como su escudo protector. Sin embargo y contradiciendo cualquier expectativa de la pelinegra, Alessandro salió de la habitación azotando la puerta sintiendo como la ira bombeaba dentro de sus venas. Liliana se mantuvo en silencio, llena de asombro y ligeramente confundida. Esperaba que la atacara. ¿Por qué no lo hizo? Se preguntó. La puerta sonó en ese momento, Liliana se incorporó rápidamente cubriéndose con la sábana. —Adelante —contestó con voz trémula. El guardaespaldas abrió la puerta y se paró delante de ella, al verla semi desnuda, Franco apartó la vista de encima de su jefa.—Disculpe, sólo quería informarle que ya confirmé su asistencia a la celebración. —Gracias, Franco. Puede retirarse. —Con permiso señora —Se dirigió hasta la puerta, pero luego se detuvo girándose lentamente hacia ella.— Olvidé deci
Alessandro abrió la puerta en un gesto de caballerosidad. Afuera, parado frente al lujoso Mercedes Maybach-Pullman con doble asiento para cuatro personas, un elegante hombre esperaba por la pareja. —Buenas noches, Sra Liliana —dijo el hombre de avanzada edad, alguien a quien ella reconoció de inmediato. —Buenas noches —contestó ligeramente aturdida. Era el taxista del aeropuerto, el mismo que huyó cuando habló de los Fiorini. ¿Qué rayos estaba haciendo allí? —Adelante Sr Fiorini —dijo el hombre y Alessandro tomó asiento. —Gracias Gino —respondió con firmeza. El conductor subió al auto dejando en absoluta privacidad a la pareja. —¿También es guardaespaldas? —preguntó ella. —No, es mi chofer particular —anunció él. Mentalmente, ella armó la historia. Ambos viajaron en el mismo avión, luego él desapareció. El chofer del taxi le facilitó todo y luego desapareció. Debió ir por su jefe. Todo aquello parecía extraído de un filme de terror y mafia. Durante el trayecto, Ales
La imponente presencia de la pareja al entrar al salón robó la atención de todos los presentes. Las miradas se volvían hacia ellos, curiosas y fascinadas, especialmente al ver a la hermosa mujer vestida de rojo, cuyas curvas quedaban realzadas por el drapeado de su vestido. Los murmullos y comentarios comenzaron a surgir de todos lados, algunos de admiración y otros de especulación sobre la relación entre la viuda y su cuñado. Rápidamente, dos guardaespaldas se acercaron a la pareja. Alessandro, manteniendo una postura firme, hizo a un lado a su cuñada y levantó las manos, sabía que era una práctica habitual en ese entorno. Además tenía que someterse a los requerimientos de Nikollò, ya que éste se encontraba en su territorio. Con un gesto que denotaba absoluta tranquilidad, esperó que ambos hombres lo revisaran y descartaran que estuviese armado. Mientras tanto, uno de los escoltas de seguridad, un hombre robusto con ojos de halcón, se comunicó por radio con otro guardaespaldas qu
—¡Sade! —murmuró en voz baja, mientras la sensual morena con parte de su rostro oculto detrás del antifaz, caminaba hacia el centro del escenario y era recibida por el aplauso de los invitados a la zona VIP. Sade comenzó a bailar al ritmo de la música, sus movimientos sensuales y fluidos capturaron de forma instantánea la atención de los invitados. La precisión en cada paso ejecutado demostraban su confianza, destreza y sobre todo la experiencia que poseía en el arte de bailar. Se dirigió hacia la silla ubicada a un costado izquierdo del escenario, mientras las luces la seguían e iluminaban cada uno de sus estilizados movimientos. La luz suave del escenario, acentuaba estratégicamente cada gesto, cada curva de sus amplias caderas y torneados muslos. Con un suave deslizamiento, se acercó a la silla, girando alrededor de ella con gracia. Sus caderas se movían al compás de la sensual música, y su mirada cautivadora se entrelazaba con la de los invitados, en especial con la de Aless
Alessandro la soltó apenas, como temiendo hacerle daño, pero su mano, temblorosa, se deslizó hacia su rostro. Sus dedos acariciaron su mejilla con una ternura que contrastaba brutalmente con la fuerza de antes.—No sabes… lo que me haces sentir —murmuró, rozando sus labios apenas contra los de ella, sin llegar a besarla.No hizo falta decir nada, con un leve movimiento, Liliana acortó la poca distancia que había entre ellos. Alzó la mirada hacia él, encontrando un brillo especial en sus ojos; eso la desarmó por completo. Lentamente ella cerró los ojos, dejándose arrastrar por una marejada de deseo que la envolvía. El primer roce de sus labios fue una explosión silenciosa, un choque de emociones contenidas durante ese corto tiempo, aún así era intensa y difícil de continuar evadiendo. Alessandro la besó con hambre, con desesperación, como si al hacerlo pudiera asegurarse de que realmente estaba allí y que no la había perdido. Sus manos, antes firmes, ahora la rodeaban con una ter