Capítulo 9. La Transformación y el Anuncio.
El suave y sedoso edredón le resultaba ajeno bajo la mano de Maya. Despertó sobresaltada, con el corazón martilleando y desorientada. No era el techo agrietado de su pequeño apartamento de Burbank.
Era un techo impecable, adornado con una sutil moldura. La habitación, amplia y luminosa, tenía un balcón con vistas parciales a la ciudad y pertenecía a una suite de hotel que costaba el salario de un mes entero.
La realidad la golpeó como un rayo: había firmado y aceptado el pacto.
Un toque en la puerta interrumpió su pánico. La puerta se abrió y apareció Elliot, impecable con un chándal de diseño, y con una taza de café humeante en la mano.
—Buenos días, prometida —dijo con una irritante sonrisa, apoyándose en el marco de la puerta—. ¿Has dormido bien? Espero que hayas dormido bien. Tu nueva vida comienza ahora.
Maya se sentó y tiró de la sábana hasta el cuello.
—No es necesario que siga actuando así, señor. Estamos solos.
Elliot levantó una ceja y sonrió con sarcasmo.
—Oh, Mayita. No es