Capítulo 10. Hogar dulce farsa.
Minutos después de la explosiva rueda de prensa, el lujoso Bentley de Elliot se detuvo frente a una de las mansiones más imponentes de Bel-Air.
No era la casa de su padre, sino una de las propiedades secundarias de Elliot: una fortaleza de cristal y acero que se alzaba sobre las colinas de Los Ángeles y desde la que se disfrutaba de vistas panorámicas de la ciudad.
—Bienvenida a tu nuevo... hogar —dijo Elliot con una sonrisa que no llegaba a sus ojos mientras bajaban del coche. El sarcasmo goteaba de su voz.
Maya lo miró boquiabierta. La mansión era de esas que solo había visto en las películas o en las revistas del corazón que ojeaba en las salas de espera. Era tan inmensa y fría como el ego de Elliot.
—¿Mi... Mi hogar? —Pensé que solo era para la farsa pública.
—Y lo es. ¿Crees que mi padre se creería esto si te dejara en tu cuchitril de Burbank? —replicó Elliot, haciendo un gesto despectivo con la mano. —Necesitas estar disponible para las apariciones, las fotos improvisadas... Y,