Capítulo 28. El Fantasma de la Pasión.
La tenue luz de la calle iluminaba el interior de la lujosa camioneta de Elliot cuando salían del bar. La tensión sexual que se había generado con Daphne dentro del local se disipó en cuanto las puertas se cerraron tras ellos.
Se entregaron a un torrente de besos ávidos, con manos que exploraban territorios conocidos y desconocidos en una danza carnal impulsada por la necesidad de olvidar y de sentir algo, cualquier cosa, que desviara la mente de la reciente confesión y del incómodo despertar.
Los labios de Daphne eran suaves y expertos, y sus manos se movían con una familiaridad sorprendente por el cuello y el cabello de Elliot.
Él respondía con la misma intensidad, buscando en ese contacto físico una vía de escape, una confirmación de que seguía siendo el mismo hombre, el mismo Elliot Vance, capaz de conseguir lo que quisiera cuando quisiera.
Sin embargo, en medio de un beso particularmente apasionado, una imagen borrosa irrumpió en su mente.
El rostro de Maya, sus ojos oscuros llen