Capítulo 27. Desahogo.

El sol de Los Ángeles, tan brillante y optimista, era a una burla para Elliot Vance. La huida de Maya del estudio, su propia rigidez y el eco de «borrón y cuenta nueva» en su cabeza le hacían sentir la necesidad de respirar aire puro.

Esa noche, Elliot fue a un bar discreto del centro, de esos sitios con poca luz y mucho carácter, donde la privacidad era más importante que el brillo de Hollywood.

Bruno ya lo esperaba en un rincón apartado con una cerveza en la mano y una expresión de preocupación.

—Creí que nunca llegarías, jefe —dijo Bruno alzando una ceja. —La tensión en la mansión era insoportable. ¿Hay problemas en el falso paraíso?

Elliot se sentó frente a él con el rostro inusualmente serio, sin rastro de su habitual sarcasmo. Pidió un whisky puro.

—Peores de lo que imaginas, Bruno —respondió Elliot en voz baja. —Mucho peores.

Bruno se inclinó con expresión curiosa.

—¿Richard volvió a las andadas? ¿Te amenazó con desheredarte si no le das un nieto mañana mismo? Porque, créeme, n
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