Capítulo 13. El Desafío de los Vance.
La pregunta de Elliot había resonado la noche anterior en el silencio del salón como una semilla de duda y fascinación.
Maya lo miró y, por un momento, la línea entre la farsa y la realidad se volvió tan fina como un hilo. Sabía que el juego acababa de empezar y no tenía claro quién saldría ganando.
A la mañana siguiente, el ambiente en la mansión de Elliot era distinto. Una tensión apenas perceptible flotaba entre ellos.
Elliot le informó de que tenían que ir a la mansión de su padre
—Considera esto una presentación formal a la realeza —le dijo con un guiño cínico.
Cuando el Bentley de Elliot se detuvo frente a la imponente entrada de la mansión Vance, Maya sintió cómo le latía el corazón con fuerza en el pecho.
La casa era un monumento al poder y la tradición: sobria e intimidante. Richard Vance, impecablemente vestido con un traje de seda y con una sonrisa forzada, los esperaba en la puerta, flanqueado por su asistente.
—¡Elliot, hijo! Qué grata sorpresa —dijo Richard, abriendo los