La cena transcurrió con una suavidad casi irreal. El restaurante de ensueño donde Viktor la había llevado brillaba con una elegancia palpable. Las luces tenues iluminaban la mesa perfectamente dispuesta, y el aire estaba lleno del suave murmullo de conversaciones lejanas. Alina, aunque aún con la mente llena de dudas, no pudo evitar sentirse embriagada por el ambiente lujoso. Viktor, sentado frente a ella, mantenía esa fachada impasible, pero algo en su manera de mirarla, en la suavidad con la que la trataba, despertaba en ella una confusión cada vez más grande.
—Te ves maravillosa esta noche —le dijo Viktor en un tono de voz suave pero con esa autoridad que siempre tenía, como si cada palabra tuviera un peso especial.
Alina no sabía cómo responder. Su mente seguía divagando entre el temor y el deseo, entre la necesidad de escapar y la inevitable atracción por ese hombre que la tenía atrapada. No había una salida fácil, y no podía entender cómo lo deseaba, cómo le temía, y cómo esa mi