“Despojos”
Pía tiene razón.
Nadie nos deja entrar al departamento, el edificio es un revuelo, todos nos ven raro, murmuran y se codean cuando llegamos al lobby, subimos las escaleras o abordamos el pasillo.
Las habladurías me aguan los ojos. Cada cosa que pasa es otra cachetada de realidad. Cada minuto de vacío, dolor, frío y angustia es la piña que me está dando el presente.
Pestañeo y limpio mis lágrimas cuando salgo al living. No pudimos recoger siquiera algo de ropa. El departamento del campus es una mina de oro para la policía que estaba, hasta hace un par de horas, investigando la perra escena del crimen.
No hubo más alternativa que venir al sitio que el Diablo me obsequió justo antes del viaje a Santorini. Y digo alternativa porque ya no hay lugar seguro para nosotras; sin Lula, sentir un hogar como el hogar de la Triada no es posible.
Freno en seco, respirando profundo y reparando en la espalda de Piolín. Tiene la cabeza echada hacia atrás y bebe a necesidad el vino que guard