En el juego de la venganza, todos somos daños colaterales. Hace varios años el señor Daleman me arrebató lo que más amaba en la vida, es hora de regresarle el favor. Sólo se interpone alguien en mi camino: su hijo, un hombre apuesto y agradable que además es mi jefe...
Leer másAún recuerdo esa noche, nunca podré olvidarla... Los gritos, los pasos apresurados y el sonido de dos disparos atravesando el aire nocturno me acompañan a donde vaya. El olor a sangre, una leve llovizna nocturna y un dolor insuperable. Sólo se necesitaron dos balas para destruir mi vida entera sin necesidad de siquiera rozar mi piel. El olor a pólvora impregna mis recuerdos y aviva mis deseos de conseguir justicia y en caso de no lograrlo, venganza.
Recuerdo el sonido sordo de un cuerpo cayendo sobre el suelo, seguido de otro. No pude hacer nada, no con un arma apuntada a mi cabeza. Creí que seguía yo...
Cada pesadilla me recuerda lo que perdí, no h**o justicia, nadie pagó por las dos vidas que terminaron esa noche, en un lugar perdido en el bosque donde las cámaras y los medios nunca llegaron ni llegarían. Todos en el pequeño pueblo sabían quién lo hizo, pero nadie se atrevió a decirlo. Eso es lo que sucede cuando el enemigo es demasiado poderoso, su dinero cubre los problemas, los evapora como agua en el desierto.
Con el tiempo la policía se rindió, la versión oficial no sólo liberaba al verdadero asesino de toda responsabilidad, peor aún, hacía parecer que Antonio, mi prometido y mi padre pelearon entre ellos resultando en una “trágica pérdida de vida de ambos involucrados”. Incluso mi propia familia decidió detenerse en la búsqueda de justicia. Yo no. Porque perdí más que nadie esa noche, lo perdí todo y cuando ya no puedes perder nada el miedo desaparece completamente, y no hay nada más peligroso que una persona libre de miedo.
Varias veces me he preguntado si lo lograría, cambié mi nombre y comencé a investigar, encontrando mil y un callejones sin salida, decenas de razones por las cuales nunca encontraría la oportunidad correcta. Tras varios años de búsqueda por fin tuve un golpe de suerte, el líder de la compañía que ordenó el crimen, Christian Daleman, líder en desarrollo inmobiliario, regresaba al país a establecer nuevamente su compañía despues de disfrutar gran éxito en otras naciones. Estaba lista, solo necesitaba encontrar una debilidad. Cada día buscaba mi oportunidad.
Lo más importante al investigar es ser detallista, no se imaginan cuantas venganzas han fallado por un arranque de emoción en vez de mantenerse con una ira fría como el hielo que permite concentrarse en lo importante y esperar sin importar cuanto tiempo sea necesario. ¿Qué es más satisfactorio, darle una bofetada o arrebatarle todo lo que posee? Así me mantenía tranquila; sin arranques de furia, sin impulsos de esos que te llevan a destruir en segundos todo por lo que trabajaste ¿Si quería destruir a esos bastardos? Más que nada en el mundo, pero sólo matarlos no era suficiente, primero los haría perder todo y luego, esperaría a que me rogaran clemencia como ellos le hicieron a mi padre tantos años atrás.
Debía saber todo sobre mis víctimas y cuando digo todo me refiero a desde su rutina usual hasta su enemigos y secretos más oscuros ¿por qué deshacerte de una persona si puedes encontrar a algún otro idiota dispuesto a hacerlo por ti? Ningún dato es muy pequeño, cada detalle cuenta. El señor Daleman era prácticamente inalcanzable, vivía rodeado de guardaespaldas, su casa era protegida las veinticuatro horas del día y tenía cámaras cubriendo cada ángulo posible, su coche era seguido por dos vehículos sin placas, pero en su empresa no existían las mismas extremas medidas. La misión comenzó el día en que me presenté a una entrevista para la posición de secretaria de recepción, habría preferido conseguir directo un trabajo como asistente, pero como dije, tenía todo el tiempo del mundo, todo el tiempo de mi vida al menos.
Ese día llegue temprano al edificio de la compañía, no sería mi primer trabajo como secretaria, llevaba un folder con muy buenas recomendaciones, sólo un tonto decidiría no contratarme y el importante empresario era todo menos tonto. La entrevista me ponía un poco nerviosa, sería la primera vez que vería al asesino desde aquella terrible noche, a aquel ser demasiado cobarde para sostener el arma y quitar una vida. El señor Daleman se limitó a dar la orden mientras alguien más se ensuciaba las manos de sangre por un par de billetes. Verlo sería una prueba de fuego, no podía ser descubierta o reconocida, en los últimos años había cambiado tanto que esa segunda posibilidad era imposible.
Teñía mi distintivo cabello castaño claro de negro y alacié mis rizos, a pesar de no necesitarlos usaba lentes de esos típicos del oficio de secretaria, además llevaba lentes de contacto castaños, temía que al ver mis ojos grises el señor Daleman recordara los ojos de mi padre, tan parecidos a los míos y conectara los puntos. Había probado el disfraz visitando el pueblo donde vivía y nadie me reconoció. Como dije, no estaba dispuesta a correr ningún riesgo por pequeño que pareciera.
Llevaba un ajustado traje negro con falda en línea A que resaltaba mi delgada cintura, el cabello, negro como la noche, recogido en una media cola y mi siempre confiable reloj en la muñeca, el último regalo de mi amado Antonio antes de que el destino nos separara de la peor forma posible. Aquella noche el reloj se detuvo y lo llevaba a todas partes como un recordatorio y una promesa.
Pelear con mis recuerdos resultaría difícil más adelante, siempre supe que sería complicado a pesar de mi determinación…
El plan era sencillo, conseguir un trabajo que me acercara a él, ir juntando más información y eventualmente terminar su vida cuando no le quedaran más razones para seguir viviendo.
Subí al ascensor, aferrando con demasiada fuerza mi portafolio negro. “Un buen portafolio puede hacer parecer profesional a cualquier idiota” solía decir mi padre con ese toque de humor que lo caracterizaba. La puerta estaba a punto de cerrarse cuando un hombre alto, vestido con un costoso traje azul marino, subió. Lo miré sin recelo, era muy apuesto, con hermosos ojos verdes azulosos, piel pálida y cabello negro peinado con demasiado gel. Era apuesto, el tipo de guapo que se esperaría ver en una pasarela y no en una oficina.
-Buenos días. -Me saludó, su voz grave y amable.
-Buenos días.
-Nunca la había visto, ¿trabaja aquí?
-No, espero hacerlo pronto, tengo una entrevista.
- Ah, ¿sí? ¿Para qué posición?
-Es para secretaria del señor Daleman. - Respondí, nunca era muy pronto para comenzar a conseguir aliados, aunque una vocecita al fondo de mi ser me recordaba que la clase de tensión entre nosotros no podía llevar a nada bueno o quizás a algo demasiado bueno que no estaba preparada para tener. El camino de la venganza es un camino solitario, hay demasiadas mentiras y engaños, ningun amor sobreviviría a eso.
- ¿No ama las coincidencias?
- ¿Usted también tiene una entrevista?
-No, yo soy el señor Daleman y voy de camino a la entrevista de mi futura asistente.
-Vaya… wow. - Debía ser familiar del dueño. - Se ve demasiado joven para tener su propia compañía…
-Lo soy, la empresa es de mi padre, compartimos nombre, apellido y ahora también lugar de trabajo él es el jefe, pero yo estoy a cargo de las sucursales en Medellín, Ciudad de México, Buenos Aires y Quito, ósea que viajo mucho y necesito desesperadamente una secretaria dispuesta a viajar con frecuencia. Si acepta el empleo sus posibilidades de despertar cada día en un país diferente serán como del… yo diría ¿ochenta por ciento? Muchos rechazan el papel tras escucharlo. ¿Tiene familia?
-No en realidad. – Respondí, una verdad en el mar de mentiras que era mi nueva vida. - Estoy sola, mis padres fallecieron hace varios años y no tengo hermanos.
-Excelente, entonces no habrá tanto problema con eso.
Asentí, intentando no demostrar mi decepción, esperaba terminar pronto, conseguir el empleo y matar al señor Daleman lenta, dolorosamente, poco a poco… trabajar para su hijo complicaría las cosas, en especial porque al parecer era él quien estaría en el país, no su padre. “Vamos, no puedes rendirte ahora” me dije. El elevador se detuvo en el piso veintiséis y los dos bajamos. Esa tensión entre ambos, si no era producto de mi imaginación, de seguro serviría para acercarme a su padre.
-Por aquí, por favor. - Él me guio hasta una pequeña sala de conferencias, entré tras él, el espacio era amplio, con paredes blancas y varios trofeos de caza y pesca en la pared más lejana, se me revolvió el estómago al pensar en la cabeza de mi padre y la de mi prometido colgada ahí, debió notar mi mirada porque dijo. - Oh, ignora eso, mi padre decoró el lugar, tiene un gusto… peculiar. Lo cambiaría, pero eso le molestaría y créeme, no quieres verlo enojado.
“Ya lo he visto enojado” pensé, mientras abría mi portafolio y sacaba mis papeles, no era una experiencia que deseara repetir. Por todo lo que perdí me acercaría una vez más a aquella asquerosa araña en piel humana y esta vez me aseguraría de que nunca más pudiera lastimar a otra persona. Le pasé a su hijo mi currículum, no tan perfecto como para ser falso ni tan malo como para levantar sospechas y las recomendaciones de mis antiguos jefes eran verdaderas. Con el tiempo había aprendido que la mejor forma de pasar desapercibida era tener un rendimiento promedio en todo, ser invisible fue mi meta hasta encontrar la forma de acercarme al señor Daleman.
El resto de la entrevista transcurrió como un maldito guion, me preguntó por mis referencias, experiencia previa, problemas de horario, etc. Si vivía cerca de la compañía y si tenía mi pasaporte en orden. A todo contesté si, todo verdad, estaba preparada para ese trabajo.
-Ha sido un gusto conocerla, señorita…-Leyó mi expediente, sus atractivos ojos ligeramente cerrados mientras buscaba mi (falso) nombre. - Rachel Guerra… Aun debo entrevistar a otro par de aplicantes, aunque tengo un buen presentimiento con usted. Espere mi llamada mañana al mediodía.
Asentí, pensando que su habilidad para juzgar a las personas dejaba mucho que desear, misma situación que funcionaría a mi favor. De seguro su radar de maleantes estaba descompuesto por pasar tanto tiempo con su padre. Nos despedimos cordialmente, aun envueltos en esa extraña tensión que intentaba ignorar desde nuestro encuentro en el ascensor.
Miré el pasillo, las sillas vacías acomodadas a cada lado y el altar al otro lado. Todo estaba listo para la boda, adentro de la cabaña se preparaba la comida para la fiesta y Christian se arreglaba, sería la boda perfecta, de eso no tenía la mejor duda. - ¿Estas lista?- Le pregunté a Luisa, ella esperaba cerca, una bata larga cubría su vestido blanco. Nunca esperé que una noche de copas después de aventarle huevos a la casa de su ex fuera a convertirnos en buenas amigas, o que después de eso él le suplicaría que regresaran o que ella aceptaría gustosa. Mi vida cambió radicalmente mientras esperaba a que Christian saliera del hospital y cuando al fin lo hizo pude estar a su lado durante su recuperación, conciente de que cada instante de su sufrimiento pudo ser evitado si tan solo hubiera confiado un poco más en él. Cuando lo vi salir del hospital, pálido y con una mueca de dolor en sus delgados labios, me prometí que nunca volvería a verlo lastimado por mi causa. - Así es, nunca pe
Decir que me sorprendió ver a mi madre sería restarle importancia al suceso. No la había visto desde el funeral… nuestra última reunión fue hostil y yo decidí no buscarla cuando decidió irse a la ciudad a perseguir su olvidado sueño de ser actriz. Las dos dijimos, más bien gritamos, cosas terribles que probablemente ninguna había olvidado o perdonado, palabras dichas con la única intención de lastimar. Nunca fui muy cercana a ella, mucho menos después de la muerte de mi padre. Su muerte también fue la de nuestra familia como la conocíamos. No había cambiado mucho desde la última vez que la vi, solo lucía más arreglada. Ahora llevaba el cabello rizado y teñido de un color cobrizo. Llevaba un abrigo negro, zapatos de tacón alto, labios pintados de rojo... nunca la había visto lucir tan bien. Una parte de mi ser la odiaba por eso. Quizás nunca podría mirarla tan feliz sin recordar el pasado, cuando le dio la espalda a todos. - ¿Podemos hablar? Hay una cafetería cerca de aq
El momento pareció congelarse, con nosotros tres ahí, en la encrucijada al final del camino. Era el problema final… Sentía mi respiración demasiado fuerte y tanto Christian como Antonio parecían dos gatos a punto de destrozarse con colmillos y garras. Por lo menos Antonio tendría que decidir a quién intentaría matar primero, eso considerando, claro está, que estuviera solo.-Vete, Daleman. - Solo me iré si ella me lo pide. -respondió él con mirada desafiante.- Si quieres que siga con vida… deberías pedirle que se vaya. Ahora. - Advirtió Antonio.- Christian…-comencé a decir, no estaba muy segura de qué palabras usar para decirle lo mucho que lamentaba toda la situación, nunca debí involucrarlo, nunca debí dejarlo sin una explicación, nunca debí enamorarme de él, sin embargo, ahí estábamos, los dos en el claro del bosque donde mi vida se hizo pedazos.- No.- Aún no digo nada…- La respuesta es no. Sé que quieres protegerme de todo esto, pero no lo necesito y yo decidí buscarte y dec
Si pensábamos que tendríamos tiempo para prepararnos antes de tener que confrontar Antonio, estábamos completamente equivocados. No nos permitimos ni una noche de libertad, sabíamos que debíamos aparentar normalidad y tranquilidad mientras en realidad nos encontrábamos planeando una salida a la situación.- Antonio no es tan impulsivo como mi padre, pero no va a desperdiciar el tiempo.- Eso no puedo asegurarlo. - respondí recordando cómo Antonio solía ser conocido por su espontaneidad y por saltar antes de mirar abajo. - Ahora me confunde mucho… siento que en realidad nunca lo conocí.- Debió ser toda una sorpresa para ti. -Christian tomó mis manos entre las suyas, estábamos sentados en la sala de su apartamento.- Solo un poco… digo, sí me sorprendió, pero Lucía me lo advirtió justo a tiempo. Si no, ¿Quién sabe si lo habría creído?- Me gusta pensar que habrías visto la verdad. Quizás no al inicio, pero eventualmente.Miré sus manos, dobladas sobre su regazo. Me sentía tan cobarde,
Al día siguiente Christian me despertó con el sonido de sus pasos de un lado al otro de la casa. Solo caminaba así cuando se sentía increíblemente ansioso. En contadas ocasiones lo había visto tan preocupado, y eso incluía varias reuniones con su padre. Debería levantarme del sillón y buscarlo, ¿cómo llegué al sillón? Lo último que recordaba era caer de rodillas en el suelo de madera, incapaz de contener las lágrimas y dos fuertes brazos rodeándome en un cálido abrazo.Mis sueños estuvieron plagados de una mezcla entre recuerdos del pasado y del día anterior. Veía a Antonio, joven, lleno de sueños recostado a mi lado sobre el césped, antes mirábamos las estrellas con los corazones llenos de esperanza… lo veía en el sótano, con el estómago pesado por la culpa y después nos encontrábamos en aquel claro del bosque, bajo un cielo sin estrellas. El olor a pólvora me asfixiaba. Él me miraba, los ojos vacíos de toda emoción… Despertar fue un verdadero alivio.La conversación con Antonio fue
Tras dos semanas de encierro en la cabaña todos comenzábamos a volvernos un poquito locos. Christian pasaba casi toda la noche despierto haciendo llamadas e investigando, mientras que el ruido despertaba a Antonio y lo hacía pasar el día de mal humor. Sus pesadillas aún lo atormentaban de noche, aunque no eran tan terribles como las de aquel primer día en la cabaña. Yo intentaba mantener la cordura aun cuando escuchaba a uno quejarse del otro a cada oportunidad posible.- No lo soporto. ¿Sabes que es un maldito egoísta? Siempre se acaba el agua caliente y claro, no puedo decir nada porque es su casa… pero también se toma la última taza de café todos los días…-se quejaba Antonio cuando estábamos solos.Christian era menos vocal en su desagrado, solo se apresuraba a salir de cualquier habitación donde estuviera Antonio. “Va a ser imposible que se lleven bien” pensé. Eran peor que perros y gatos, con uno gritando y quejándose como niño chiquito y el otro haciendo lo mejor para manteners
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