DOMINANDO AL EGREIDO

DOMINANDO AL EGREIDOES

Romance
Última actualización: 2025-01-15
Sandraeliza  Completo
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Resumen
Índice

Toda historia siempre tiene algo que nos acerca a la realidad, logrando de alguna manera trasladarnos a un determinado momento de nuestras vidas, ya sea: una comida, una fragancia, una persona o un lugar; ese simple instante mágico que consigue que traigamos de vuelta un fragmento de nuestra vida. Ese fragmento ya sea divertido, triste o una mezcla de sentimientos y experiencias como lo puede ser el inicio de una carrera universitaria, la vida en el campus y todo lo que nos puede suceder. Esa montaña rusa en la que muchos nos hemos subido y salido victoriosos, mientras que otros no soportan las vueltas, las subidas y bajadas y han bajado de ella mareados decididos a no continuar. Es allí, en esa montaña rusa de la vida universitaria y de la vida misma, es donde nos topamos con ELIZABETH CAMPBELL, una chica que ha luchado contra viento y mareas para salir delante de nobles sentimientos capaz de reconocer cuando comete un error; pero con un carácter y un ímpetu inquebrantable, sin temor a casi nada. Elizabeth apostará todo su empeño para graduarse y ser la mejor abogada, ya que un segundo lugar para ella nunca es suficiente, pero para conseguirlo tendrá que enfrentarse a DAVID HARPER, un apuesto joven adinerado, arrogante, acostumbrado a tener todo lo que el dinero puede comprar para el todo tiene un precio. David, incapaz de sentir sentimiento alguno que no sea el amor que siente por su familia, considera que todo lo que se relaciona con las demás personas son acuerdos y negocios, incluso su propio futuro. La rivalidad entre Elizabeth y David irá más allá de demostrar quién es el mejor estudiante de la facultad; ella tendrá que lidiar no solo con David sino con su insufrible “novia Amaranta Anzillioni”.

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Capítulo 1

LA BIENVENIDA

Llega el otoño; el color de las hojas de los árboles se torna en hermosas tonalidades de rojo, amarillo y naranja. Con él, un nuevo semestre comienza en la prestigiosa Universidad de Cherchill. Se escucha la algarabía de reencuentros entre amigos después de unas largas vacaciones, las anécdotas de todas las experiencias vividas, los nuevos ingresos y los estudiantes de intercambio. Entre ellos, una hermosa chica de cabello negro, ojos marrones y labios gruesos, de figura escultural.

Elizabeth es esta enigmática chica de mirada profunda, que al caminar pasa luciendo su real majestad y hace que todos se detengan a tan solo mirarla. Desde muy pequeña ha tenido que trabajar y estudiar porque a la edad de 7 años sus padres fallecieron. Ha crecido convirtiéndose en una luchadora siempre la mejor: primera en la clase, con las mejores notas, primera en los concursos, con una inteligencia envidiable. Desde entonces, su objetivo es graduarse y salir adelante de manera honrada.

 A pesar de que por su belleza exótica y esa mirada que hipnotiza, han tratado de ofrecerle ayuda a cambio de su cuerpo, ella, con la suficiente belleza para tener a cualquier hombre adinerado a sus pies que cambie su situación económica, ha preferido conseguirlo todo con su propio esfuerzo, quedando ante los ojos de muchos como altanera y orgullosa.

Se preparan para dar la bienvenida a los nuevos estudiantes, Elizabeth está fascinada con su nueva casa de estudio. Comienza el recorrido por las instalaciones del campus: enormes columnas blancas en cada facultad, grandes ventanas con impresionantes mosaicos, los jardines llenos de árboles, bancos y fuentes, grupos de estudiantes sobre el césped, canchas de tenis, vóleibol y un espacioso campo de fútbol americano.

Todo parece ser perfecto; los ojos de Elizabeth no dejan de admirar tanta perfección. Sus ojos brillan como dos enormes luceros, es como estar soñando.

El recorrido está culminando; los delegados se forman para escoltar a los estudiantes que compartirán habitación en grupos de tres. El coordinador comienza a hacer el llamado, todos prestan atención para escuchar los nombres:

— Albert Viciconte, Roy Viciconte y Jackson Justiniani, pertenecen a la Casa Strauss, Habitación 201.

— Christopher Bachelet, Arthur Brown y Tomás Smith, Casa Reeve, Habitación 115.

— Celena Davies, Amaranta Johnson y Nicole Taylor, Casa Unter, Habitación 99.

— Sienna O’Neill, Allegra Allen y Geraldine Barker, Casa Unter, Habitación 100.

Continuaban asignando dormitorios; Elizabeth solo pensaba en cuándo llegaría su turno. Estaba agotada, tan solo quería tomar una ducha y dormir. Aún nombraban estudiantes; solo se podía escuchar la voz del coordinador haciendo el llamado a Francis Duff, Alice Harper, cuando de repente se escuchó —Elizabeth Campbell, Casa Neumann, Habitación 77. Suspiró y se unió a sus nuevas compañeras.

Se reanudó la marcha; las chicas ya se dirigían a su casa, conversaban y se reían, la distracción era total. Cuando de pronto, Elizabeth sintió que algo la embistió. Su bolso cayó al suelo junto a unas libretas que no le pertenecían. Se inclinó, recogió su bolso y tomó las libretas para entregárselas a su dueño amablemente, ya que, por distracción, no se fijó por dónde iba.

Alzando la mirada para devolver las libretas y disculparse, vio que se trataba de un chico alto, de cuerpo atlético y unos maravillosos ojos azules como el cielo. Sus miradas se entrelazaron, Elizabeth quedó enmudecida, no podía apartar su mirada de esos ojos azules.

Ese chico al que Elizabeth no dejaba de impactar con el azul de sus ojos era nada más que David Harper, hijo de un acaudalado magnate de la ciudad de Cherchill. Quien perdió a su madre cuando cumplió 12 años, quedando solo con su padre y una prima a quien se la habían dado en adopción a su familia unos parientes antes de morir. Un chico acostumbrado a tenerlo todo y nada a la vez.

David solo podía pensar: "¿De dónde habrá salido esa chica tan torpe? No se puede negar que es hermosa, pero indiscutiblemente torpe" — cuando por fin Elizabeth logró pronunciar palabras, le dijo:

— Aquí tienes tus libros, disculpa, siento haberte tropezado.

David, ese chico que nada lo inmutaba, que hacía que cualquiera temblara a su lado; ese chico envidiado por algunos y deseado por muchas; el chico popular, estaba en una situación donde todas las miradas se centraban en él; mientras que él no podía apartar su mirada de Elizabeth.

David contestó de manera déspota y maleducada; mientras se cuestionaba lo que le pasaba con esa torpe mujer: — ¿Por qué eres tan torpe? creo que te equivocaste de lugar, La Universidad de Cherchill no se hizo para torpes y perdedores. Aquí solo estamos los mejores. La próxima vez, fíjate por dónde caminas, aunque no creo haya próxima vez.

Todos los que seguían a David reían y miraban a Elizabeth como un bicho raro, especialmente Amaranta Anzillioni, quien, por tener un compromiso arreglado con David, se consideraba su sombra, acostumbrada a hacerle la vida un infierno a quien se atraviese en su camino.

Elizabeth estaba roja, su cara se veía como si fuera a explotar, cuando ya se disponía a responder los insultos lanzados por David, escuchó una voz que le dijo: — Vamos, Elizabeth, no les hagas caso, hemos tenido un largo y maravilloso día. No permitas que te lo arruinen — dijo Francis Duff.

Francis, una chica proveniente del sur de Francia, de gran inteligencia, adinerada, enamoradiza y un tanto alocada, pero con gran respeto por la amistad.

— Francis tiene razón, Elizabeth — acotó Alice, prima hermana de David y compañera de habitación de Elizabeth.

Alice fue dada en adopción a los padres de David cuando solo tenía siete meses. Ambos se han criado como hermanos y se tienen mucho cariño, aunque no comparte la forma de comportarse de David. Alice es generosa, soñadora, introvertida e insegura, todo lo opuesto a su querido primo.

— Tienen razón, chicas. No dejaré que este momento tan insignificante arruine mi día, pero pueden estar seguras de que no permitiré una nueva humillación; en esta selva de cemento sobrevive el más fuerte y esa soy yo — dijo Elizabeth.

— Eso es verdad, Elizabeth. No podemos dejar que todos pretendan limpiar el piso con nosotras; aunque no vas a negar que el muy engreído está superguapo y esas miradas que se dieron fueron de impacto — dijo Francis de forma pícara y certera.

— Ay, por favor, Francis, ese es un pobre idiota, y disculpa que lo diga, Alice, porque es tu primo, pero es la verdad. Ni siquiera me fijé en su cara — respondió Elizabeth.

Las tres chicas, ya en la habitación, comenzaron a desempacar y a ordenar sus pertenencias mientras platicaban de la familia, los amigos y todo lo que habían dejado atrás. Después de tanto arreglar, cada una tomó una ducha para irse a dormir y descansar, para asistir al primer día de clase.

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