Era un mensaje de un contacto anónimo. Las palabras aparecían en la pantalla como jeroglíficos modernos, cargados de significado y amenaza. El remitente era solo un número, una secuencia de dígitos que podría pertenecer a cualquier persona en cualquier lugar del mundo.
Daniel sintió como si sus pulmones se hubieran llenado de arena. Su respiración se volvió superficial, entrecortada, como si el aire mismo se hubiera vuelto más espeso y difícil de procesar.
El mensaje contenía solo una palabra: "Imagen". Pero esa palabra solitaria pesaba como una lápida, como una sentencia que aún no se había leído en voz alta.
Sus dedos vacilaron sobre la pantalla táctil. El simple gesto de tocar el mensaje se sentía como cruzar un umbral, como abrir una puerta que ya no se podría cerrar nunca más.
Lucía se acercó instintivamente, su cuerpo moviéndose hacia él como si estuviera respondiendo a una fuerza gravitacional. Sus perfumes se mezclaron en el aire —el de ella, delicado y floral; el de él, ahora