—¿Estás seguro de que esto es solo por la empresa, Daniel? —las palabras emergieron de su garganta como cristales, cada sílaba cortante y precisa—. ¿O estás... disfrutando de volver a ese mundo?
La pregunta flotó en el aire entre ellos como una acusación envuelta en terciopelo. Lucía había modulado su voz para que sonara professional, controlada, pero las implicaciones eran íntimas, peligrosas, cargadas de todo lo que habían evitado decir durante semanas de tensión creciente.
Daniel se tensó como un animal que detecta una amenaza. Sus músculos se contrajeron bajo el traje de seda italiana, transformando su postura relajada en algo defensivo, alerta. Era fascinante observar cómo la máscara corporativa se agrietaba, revelando algo más primitivo y honesto debajo.
—Lucía, no es el momento —su respuesta llegó demasiado rápida, demasiado automática, como si hubiera estado esperando esta confrontación—. Estamos en medio de una crisis que podría destruir todo lo que hemos construido.
Pero hab