Los teléfonos de Consolidated Global Solutions habían cobrado vida propia, transformándose en una hidra electrónica que vomitaba preguntas venenosas desde cada línea. El sonido era una sinfonía infernal: timbres que se superponían, voces que se alzaban en crescendo, el clic metálico de auriculares descolgándose con la desesperación de quien busca oxígeno en un naufragio.
La recepcionista, María José —una mujer que había sobrevivido a tres crisis financieras y dos cambios de dirección— presionaba botones con los dedos temblorosos, derivando llamadas como una operadora de guerra. Sus ojos, normalmente serenos, reflejaban el terror de quien ve su mundo laboral desmoronarse en tiempo real.
—Consolidated Global Solutions, ¿en qué puedo ayudarle? —repetía como un mantra, su voz adquiriendo un tono mecánico que ocultaba mal el pánico. Las preguntas llegaban como balas: ¿Es cierto que el CEO...? ¿Pueden confirmar las acusaciones...? ¿Cuál es la posición oficial de la empresa...?
En el exterio